lunes, 20 de abril de 2020

Un año de síndico mayor en pleno confinamiento

Entrevista de Ana Moriyón, publicada en El Comercio el 20 de abril de 2020


Roberto Fernández Llera (Avilés, 1978) cumple su primer año como síndico mayor en pleno estado de alarma, lo que ha obligado al equipo que dirige a adaptarse a las nuevas circunstancias y trabajar desde sus propias casas. Todo un reto que, entiende, se está superando «con buenos resultados» teniendo en cuenta, además, que en estos momentos lo prioritario es la salud. 

–¿En qué medida puede afectar esta crisis a la labor fiscalizadora de la Sindicatura?–Mientras dure el estado de alarma, todos los plazos administrativos están suspendidos, y los diferentes plazos de alegaciones de los procedimientos fiscalizadores están aplazados. Aunque eso no quiere decir que vayan a desaparecer las obligaciones de rendición de cuentas, si bien debido a esta situación excepcional podría haber mayor flexibilidad en los plazos y en nuestros informes se tendrán en cuenta las circunstancias actuales. 

–Después de la crisis de 2008 la sociedad intensificó su nivel de exigencia sobre el control de los fondos públicos. ¿Qué cree que ocurrirá ahora?–No tengo bola de cristal, pero lo que está claro es que esta crisis no tiene nada que ver con la anterior. Ahora está originada por una pandemia global y tanto más profunda será cuanto más dure el periodo de confinamiento. Es una crisis de la que se puede salir, confío en que saldremos, pero tenemos que estar unidos. Se requerirá una mayor coordinación política, fiscal y monetaria en el ámbito europeo y, obviamente, habrá que seguir ejerciendo el control de los fondos públicos.

–En un momento de emergencia sanitaria como el que vivimos ahora, ¿los controles en cuanto a los procedimientos de contratación que se exigen al sector público deben relajarse?–Durante el periodo de emergencia la ley contempla facilidades en la contratación para cuestiones relacionadas con la atención sanitaria y esto significa procesos más ágiles. Pero, pasada la emergencia, lógicamente la ley de contratos deberá operar en toda su dimensión. 

–Los autónomos se quejan del exceso de burocracia incluso para solicitar ayudas. ¿Deben evitarse este tipo de trabas en momentos como estos?–La burocracia en el sentido peyorativo del término nunca es deseable. Todo lo que en estos momentos pueda facilitar la Administración a la actividad económica será positivo, pero estamos en la dicotomía de facilitar la vida a las empresas y a las personas y, a la vez, garantizar un total control de los recursos públicos. 

–En uno de los últimos informes de la Sindicatura se cuestionó el «control»de las subvenciones nominativas por parte del Principado. ¿Qué se está haciendo mal?–Las subvenciones nominativas están previstas en la ley y es un mecanismo legítimo y legal. Sin embargo, hacemos una llamada de atención sobre la concesión de subvenciones nominativas durante las prórrogas presupuestarias porque entendemos que no tiene sentido prorrogarlas automáticamente, que es lo que ha hecho el Principado, sino que deberían ser objeto de un análisis más concreto.

–Otra de las últimas recomendaciones del órgano ha sido la de actualizar la ley electoral autonómica para adaptar el sistema de control a las campañas actuales. ¿La publicidad en redes sociales o la financiación mediante 'crowdfunding' podrían estar escapándose de los sistemas de control actuales?–El informe realizado sobre la contabilidad electoral de los partidos en los últimos comicios autonómicos es casi limpio, porque todos cumplieron los límites de gasto que establece la ley. Lo único que hace la Sindicatura es recomendar una actualización de la ley electoral autonómica, que data de 1986, cuando estas modalidades ni siquiera se imaginaban. No obstante, la Sindicatura ya contempla este tipo de cuestiones, por lo que el control está garantizado. 

–El Principado está preparando una ley para unificar los criterios de contabilidad del sector público, pero descarta reducir aún más el número de unidades que lo componen. ¿Esta decisión es acertada?–La Sindicatura no puede ni debe opinar sobre la reestructuración del sector público porque es una decisión estrictamente política. Lo que nos importa y venimos recomendando desde hace años es que se modifique la ley de Hacienda para que contemple una mejor estructura de las normas contables de todo el sector público. Nos consta que se prevé sacar adelante este año y esperamos que se cumpla esa previsión. 

–Hay doce ayuntamientos, según recoge la web de la Sindicatura, que están pendientes de presentar las cuentas de 2018 o incluso de años anteriores. ¿Cuál es el motivo?–La rendición de cuentas es una obligación legal, no es una recomendación. Quien no rinde cuentas está incumpliendo su deber. A veces se debe a que no tienen cubiertos los puestos de trabajo esenciales para ello o a otro tipo de problemas, pero, en otros casos, no encontramos ninguna explicación más allá del mero incumplimiento de la ley.

–Llama la atención el caso de Villayón, con cuatro ejercicios sin presentar. ¿Tiene este ayuntamiento una buena excusa?–No la encontramos. Pero este tipo de casos los tenemos muy presentes y sobre ellos adoptamos medidas que van desde la propia publicación del incumplimiento, a la elaboración de informes específicos, como el que se prevé realizar este año no solo con el caso de Villayón, sino también de Lena y de Santo Adriano. Y nuestra ley contempla también la posibilidad de aplicar la imposición de multas. 

–¿Barajan esa posibilidad a corto plazo?–No las hemos aplicado hasta ahora, aunque eso no quiere decir que no se vayan a aplicar. Pero es cierto que, en la situación actual, no está en nuestra planificación poner multas.


domingo, 12 de abril de 2020

Dos recuerdos y un aniversario de cuentas

Foto: Junta General del Principado de Asturias

Poco tienen que ver una huelga y una crisis sanitaria, aunque la impresión personal siempre es subjetiva y caprichosa. 

El 14 de diciembre de 1988 yo tenía diez años. Suficientes para que en mi memoria de niño se grabase a fuego la imagen de un extraño día sin clase, con calles vacías y una televisión pública fundida a negro. Muchos trienios después, el 16 de marzo de 2020, salí del edificio de la Sindicatura de Cuentas, dejando detrás una sede clausurada y triste, si es que las paredes tienen sentimientos. Aún más desolador era el panorama de una plaza desierta, sin el habitual bullicio de bares, quioscos, paseantes y coches. Solo dos días antes, el Gobierno de España había decretado el estado de alarma por una pandemia que nos obligaba a desplazar el trabajo al hogar. 

Un suceso en la lejana China nos metía de lleno en un caos que no habíamos imaginado, salvo en alguna referencia distópica de películas o novelas. Esta vez no era una mariposa aleteando sus alas, sino un virus microscópico de titánicas consecuencias. La vertiginosa extensión del contagio nos pilló a contrapié, teniendo que lamentar miles de muertes e infecciones, así como millones de víctimas de una hibernación económica que no debería ser duradera, pero que sí será profunda, justo cuando dábamos por amortizada la crisis que había empezado en 2008. 

Aquella huelga general paró “hasta los relojes”, como resumía algún responsable sindical. El coronavirus también ha frenado el país y el mundo, conduciéndonos a un desconocido confinamiento casero, tras el cual ya nada será igual en el trabajo, la política, los negocios, los usos sociales, ni siquiera en nuestra vida personal y familiar más íntima. El futuro no es lo que era, pero podemos contribuir a que sea algo mejor. Si “tres cosas hay en la vida”, nos hemos dado cuenta de cuál es la primera para la persona y la sociedad, sin recurrir a la retórica posterior a un sorteo de Navidad, sino esta vez con dolor. 

Escribiendo estos pensamientos, evoco la Ítaca de Kavafis y el camino como felicidad. Quizás habíamos alcanzado cierto punto de estabilidad y bienestar, pero no teníamos esa conciencia, por supuesto, con los infinitos matices que procedan. Pero, insisto, toca mirar hacia delante. 

En la Sindicatura de Cuentas estamos de aniversario, aunque es obvio que no de celebración. Los actuales síndicos y el síndico mayor completamos un año desde nuestra toma de posesión, al tiempo que la institución cumple tres lustros. Nos han acechado dificultades –digamos- normales y las derivadas de cibervirus y coronavirus, dos “enemigos invisibles” de este tiempo, tomando prestado el título del historiador económico Cipolla. Con todo, doce intensos meses superados con éxito, gracias a la unión y al desempeño de un personal técnico de altísima cualificación y valía profesional. 

Hemos tratado de innovar la tradición, lo que supone un reconocimiento expreso del trabajo anterior, encabezado por el primer síndico mayor, Avelino Viejo Fernández, pero también una palanca para que la inercia no sea la única fuerza motriz del futuro

Puede parecer una frivolidad hablar del control externo de los fondos públicos con lo que tenemos ahí fuera, sobre todo en la sanidad. Pero creo sinceramente que no lo es tanto si enmarcamos nuestro trabajo dentro de un sector público que debe ser eficaz (es decir, resolutivo), transparente, eficiente y económico, aunque en este momento –por pura lógica y urgencia- estemos priorizando lo primero. El sector público –local, autonómico, estatal, europeo- es un agente económico esencial, junto con las familias, las empresas y el tercer sector. Lo es siempre, pero aún más en instantes de zozobra como los actuales. El sector público es barco en la mar y salvavidas en la marejada. Por eso tiene que estar arranchado en toda circunstancia, por nuestro propio bienestar individual y social. Y aquí entra la Sindicatura de Cuentas. 

En el último año hemos aprobado doce informes definitivos, acercando más que nunca la fiscalización a la gestión realizada, para maximizar su valor. También hemos abordado temas novedosos sobre actuaciones medioambientales municipales, sistemas de contratación centralizada o transporte escolar, entre otros. 

En el programa anual para 2020 hemos dado un irreversible paso hacia la fiscalización operativa, incluyendo el salario social, la educación especial, las escuelas de 0 a 3 años, la inspección de vehículos o la administración electrónica, sin descuidar otros temas más transitados. Cuando se planifica es obligado priorizar, partiendo del volumen de recursos públicos a fiscalizar (técnicamente, su importancia relativa), de las específicas áreas de riesgo y de las propias disponibilidades del órgano. Por último, no podemos soslayar los desafíos que nos rodean, condensados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. 

De igual modo, seguimos consolidando la Sindicatura de Cuentas en el entramado institucional del Principado de Asturias y dentro del sistema de control externo español, integrado por los doce órganos autonómicos y el Tribunal de Cuentas. 

Vuelvo a los recuerdos. A los que tendremos cuando todo pase–que pasará, seguro- y podamos rememorar con media sonrisa la serie que estábamos viendo o el libro que leíamos. Y nos acordaremos también de que el sector público en 2020 se estaba transformando en tiempo récord. Nos daremos cuenta de que habíamos empezado a rediseñar unos servicios sostenibles y de calidad; un sistema fiscal sólido, equitativo y armonizado; un control financiero más intenso y extenso; una contratación pública responsable; una financiación autonómica objetiva; una Unión Europea solidaria y reforzada; una transición ecológica eficaz y justa; o una administración digital que había dejado de ser opción para convertirse en palmaria necesidad. 

En lo que atañe a la Sindicatura de Cuentas, reitero lo que en 2015 proclamamos con solemnidad en nuestros encuentros técnicos: “si importante es fiscalizar, no hay que olvidar que se hace para mejorar la gestión pública y la calidad de vida de las personas”. Así sea. 


Publicado en El Comercio el 12 de abril de 2020, primer aniversario como síndico mayor, en pleno estado de alarma en toda España por el coronavirus



lunes, 6 de abril de 2020

Balance local de 2019 (año 1 antes del coronavirus)


En pleno estado de alarma en toda España, acaba de ver la luz el número 167-168 de la revista Economistas, editada por el Colegio de Economistas de Madrid. En el monográfico se hace un balance de la economía española en 2019, incluyendo análisis generales y sectoriales. Aquí está el documento completo

Mi artículo se titula “El sector público local ante la tercera década del siglo XXI”. Explico brevemente que el sector público local termina 2019 y comienza la tercera década del siglo XXI con numerosos desafíos por delante, tanto generales como particulares. Entre los primeros, su contribución al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, junto a los demás niveles de gobierno y a la propia sociedad civil. Entre los específicos, sigue ocupando un lugar destacado la reforma de su sistema de financiación que, quizás, podría ser enmarcado dentro de una reforma más general de sus funciones y competencias. En el trabajo repaso las principales cifras de ingresos, gastos y endeudamiento, denotando una adecuada situación agregada de las entidades locales. 

Y después llegó el coronavirus. Pero esa es otra historia.