miércoles, 28 de noviembre de 2018

Dramas y comedias


Los tiempos adelantan que es una barbaridad, dice el clásico. Lo que ocurre es que ahora la velocidad es supersónica, pero los supuestos adelantos muchas veces son pasos atrás. Se revolucionan estructuras sociales, relaciones humanas, sistemas económicos, maneras políticas o instituciones básicas. El lenguaje acompaña, a su propio ritmo.

El teléfono ya no existe; todo es móvil. Y el móvil es la vida. Las redes sociales son foros de escarnio, exhibicionismo (sin desnudos) e insulsez. Facebook ha envejecido, a pesar de que ofrece más prestaciones que nunca. Twitter atufa a basura de trol. En Instagram reinan la frivolidad y el petardeo. Y en las redes profesionales (valga Linkedin) no se entienden algunos puestos de trabajo, camuflados entre anglicismos estúpidos o currículos hinchados por titulitis y caretas.

Economía colaborativa como burdo negocio. Y si es respetable, ¿por qué se oculta como si fuese vergonzante o indigno? ¿Será para pagar bajos sueldos y casi ningún impuesto, mientras se expulsa de sus casas o trabajos a mucha gente? Quizás soy un mal pensado.

La democracia no sirve cuando se someten a votación propuestas extravagantes, ilegales, injustas o incluso algunas que parecen serias. Me fío más de nuestros parlamentos y tribunales que de Change.org, aunque a esta no le quito meritos mediáticos. Democracia directa como manipulación asamblearia. Democracia representativa como cosas de viejos. Democracia digital como camelo. La negociación como rendición. El socio, un traidor. El adversario, un enemigo.

Presunción de inocencia casi equivale a condena previa. Un aforado es un sospechoso. Un político, un ladrón con pintas. La Política, una farsa necesaria. La ideología está anticuada; molan más el chascarrillo o el tuit. Los argumentos son voces. Los intelectuales, tertulianos. Los tertulianos, fanáticos. Los principios, hasta que nos cuestan dinero. La ética, sin valores. El pensamiento sosegado, sustituido por el sentimiento visceral. La transparencia, tramposa, como cotilleo y vulneración de la protección de datos.

La independencia, si nos viene bien. La justicia, sumarísima o lenta, según perjudique más. La administración electrónica, utópico futuro y trámites duplicados en el presente. El teletrabajo, otra ensoñación y, de momento, tareas acumuladas entre la oficina y mi casa. La innovación y el emprendimiento chocan contra la burocracia. Y la legalidad se opone a la eficiencia, no solo a su tradicional némesis, la equidad.

Periodistas sin licenciatura criticando a doctores con acreditaciones. Diarios incendiarios. La universidad mediocre, excelente; la universidad excelente, normal y corriente. Evaluadores con menos nivel académico que los evaluados. Citas que llaman plagios. Compañeros encubridores. Silencios cómplices. Chorizos que roban y jamones regalados.

Corrupción insoportable (siempre la de ellos) y corrupción tolerada (la nuestra). Ellos saquean, pero nosotros solo cogemos lo que por derecho nos pertenece.

Publicado en La Voz de Avilés el 28 de noviembre de 2018


lunes, 26 de noviembre de 2018

Carta a un presidente


Señor presidente. Su antecesor convocó una cumbre autonómica allá por enero de 2017, tras un paréntesis de cinco largos años sin hacerlo, a pesar del mandato legal y a pesar de la situación de extrema gravedad social y económica que pasó España en esos años, cuyas consecuencias aún se siguen pagando. En la citada reunión se abordaron asuntos del más amplio calado político. Estamos a punto de cumplir dos años desde aquella última Conferencia de Presidentes y, de momento, la nueva ni está, ni se la espera.

Entre otras cosas, a las personas expertas designadas se nos encomendó proponer una revisión del sistema de financiación autonómica, tarea que cumplimos en plazo, no sin pocas dificultades, dicho sea de paso. No abundan los consensos de país y en ese informe logramos uno de cierta importancia. Desde entonces, los avances brillan por su ausencia. Varios meses por el medio, bastantes tribunas de prensa, multitud de seminarios académicos, conferencias, declaraciones, reuniones políticas de alto nivel y, en mayo de 2018, un documento de síntesis del Comité Técnico Permanente de Evaluación del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Esto último debería haber sido ya un pilar sólido para el nuevo sistema, pero se queda más bien en un relato de coincidencias, muy valioso, pero insuficiente. En otras palabras: un punto de partida, pero no una meta final.

Evidentemente, no es posible olvidar la “cuestión catalana”, por denominarla de alguna manera. Mucho nos tememos que en este estadio ya no sea a un asunto exclusivo de financiación autonómica, aunque no es menos cierto que sin un nuevo reparto para los próximos cinco años (como mínimo), poco más se podrá avanzar hacia un nuevo modelo. Si no hay negociación, es obvio no podrá haber acuerdo.

Por otra parte, la situación económica ha mejorado desde 2014 y no digamos ya desde 2009, cuando España estaba en plena recesión. ¿Esto es positivo? Evidentemente, sí. Pero, ¿es positivo para un nuevo sistema de financiación autonómica? Sí, porque facilita la consecución de mayores ingresos cíclicos (ojo, no estructurales, los cuales dependen de una reforma fiscal integral, aún pendiente). Pero al mismo tiempo, no, porque aquel sistema que tanto se criticaba por algunas comunidades autónomas, ahora ya no parece tan malo porque funciona como se deseaba cuando fue aprobado, pero cuyos primeros frutos había amargado la crisis.

Señor presidente. Seguramente haya cosas en el informe de la Comisión de expertos que no gusten a casi nadie. Incluso algunas que nos agreden a los técnicos y no a los gobiernos, tanto autonómicos como al central. Un ejemplo evidente es el IVA colegiado, no exento de dificultades prácticas, pero cuyas ventajas en términos de autonomía financiera y corresponsabilidad fiscal son evidentes (ahora las comunidades autónomas reciben una determinada recaudación, sin que puedan hacer nada para elevarla o reducirla). Quizás en un futuro hasta se podría hablar de varios impuestos sobre el valor añadido (o más precisamente, de varios tramos autonómicos), para lo que se requeriría antes que la Comisión Europea cambiase su actual y rígida posición. Nada tiene por qué ser inmutable en este ámbito, sobre todo si Estados miembros como España lideran esa posición cuando aún están sometidos a un procedimiento de déficit excesivo. Verbigracia: introduciendo como contrapartida un compromiso político de refuerzo de sus ingresos estructurales, algo así como “ingresos por autonomía”.

Señor presidente. Quizás no sea la gran prioridad en su agenda. Puede que incluso no lo sea ya en la agenda de algunos gobiernos autonómicos. Pero las reglas deben cumplirse y la revisión del modelo es obligada, sobre todo cuando los servicios públicos fundamentales están sufriendo una presión sobre la demanda. Por ejemplo, en sanidad, por efecto del envejecimiento de la población, muy acusado en algunos territorios. O en educación, por la necesaria financiación del primer ciclo de educación infantil, la formación profesional dual o la educación universitaria de excelencia (no la otra). En atención a la dependencia, para revertir los ajustes aplicados desde 2010, importantes en sí mismos, pero sobre todo dramáticos por el perverso efecto que supuso congelar –o más bien dejar inédita- una ley que se aprobó justo antes del estallido de la crisis. La financiación autonómica debería también encarar las importantes diferencias interterritoriales que se han generado en los últimos años, no para uniformizar (cosa que sería contraria al Estado de las autonomías), sino para racionalizar gastos (que no equivale a recortar) y armonizar impuestos (que no equivale a subirlos).

Señor presidente. La unanimidad es irrebatible por su fortaleza, pero no debe ser un freno al avance. Consenso sí; bloqueo no. En tiempo de elecciones, mejor no hacer mudanzas, mutando la conocida máxima ignaciana. Pero lo bueno de la democracia es que siempre estaremos votando algo.


Publicado en el blog de Rifde-Expansión el 26 de noviembre de 2018 

lunes, 5 de noviembre de 2018

Víctor y Avilés



En Avilés volvimos a escuchar a la madre, al padre y al abuelo. La mujer, discreta, vigilaba desde el fondo. Mientras, el hijo dirigía la banda con maestría, para llevarnos de visita al otro abuelo en la fosa común. Se hizo un canto a la memoria y al olvido, con flores y sueños imposibles, con tantos invisibles.

Volvimos a sentir Asturias en vena. Aplaudimos a España y al amor porque no son incompatibles, como alguno quisiera. Grandes canciones y, entre todas ellas, una “Canción pequeña” que sonó enorme. Gracias Víctor Manuel.

Había nervios, lógico, como en todos los estrenos. Pero el calor lo compensó todo, literalmente. El Teatro Palacio Valdés olía a humo de escena y sabía a música, como en las grandes noches. El regusto fue total, de satisfacción, de privilegio por haber estado allí y, además, en la mejor compañía. Me descubrí a mí mismo cantando a voces y saltando del asiento a aplaudir, como con un resorte. Supongo que eso es la emoción.

Con Víctor podemos ir mil veces de romería y no aburrirnos nunca. Con sidras, gaitas y corderos, pero donde la neña temprana ya no tiene por qué regar el maizal con sus lágrimas; ahora es más dulce en una cama. Supongo que este matiz no es neutro.

Y llegan los trasatlánticos, pensando solo en ti, ¡ay, amor! Y volvemos a entonar el “hey”, estirando la bocanada de aire, echando el cuello hacia atrás para aguantar, como hace él.

Nuestro cantautor más universal siempre deja sangre en el papel. Y sudor sobre las tablas, a sus 71 años y en plena forma (puedo dar fe desde la quinta fila de butacas). Dos horas enteras, sin un solo descanso, ni con la banda cubriendo el hueco durante unos minutos, como suelen hacer otros artistas.

“Que se vengan todos”, nos dice en uno de los temas nuevos, evocando las reuniones que convocaba una amiga suya colombiana, ya fallecida. En otra canción nos anima a elegir rumbo, a tomar partido por uno mismo, pero sin descuidar a los demás. Enlaza con el Serrat más cívico de “No esperes”, para no fiarlo todo a la suerte o al azar.

Mención aparte merece el nuevo canto a Asturias, “Allá arriba al norte”, esta última palabra evocando belleza, modernidad y progreso (que se lo digan a los madrileños que huyen del asfalto en busca de verde y azul). Ese era el planteamiento original del proyecto Puerto Norte, ideado por Juan Luis Rodríguez-Vigil y nombrado así por el glocal Juan Cueto Alas. Pero esta, es otra historia.

Rumba, bolero, vals, himnos, canción ligera, canción protesta y hasta algún pasodoble. No falta ni un estilo en el repertorio. En el menú de este día eché de menos algunas clásicas y otras más raras que hace tiempo que no escucho, si no es en mi casa. Por ejemplo, aquella magnífica “Sin memoria”, un tema que a Víctor Manuel le preocupa mucho, como ya sabemos. O la que reivindica “Las vidas de un pantalón”, imprescindible en la era del consumismo global. O el poema musicalizado de Atahualpa Yupanqui, “Tierra mía”. O “La doble muerte de Juan Diego”, casi tan desgarradora como “La planta 14”, una hacia el cielo, otra al subsuelo. Ese hipotético concierto integral sería inabarcable.

Entre tanto, semiocultos en redes o al amparo de anónimos comentarios, los que exhalan insultos y destilan ignorancia. Suscribo a Juan Manuel de Prada, citando a Gregorio Marañón, cuando afirma que el odio y la envidia son pasiones nefastas para el ser humano, pero solo tienen una proyección individual. Sin embargo, es mucho peor el resentimiento que enferma a las personas que se sienten agraviadas, no por alguien en concreto, sino por una confabulación de circunstancias que convergen en su propio fracaso.

Publicado en La Voz de Avilés el 5 de noviembre de 2018