domingo, 12 de abril de 2020

Dos recuerdos y un aniversario de cuentas

Foto: Junta General del Principado de Asturias

Poco tienen que ver una huelga y una crisis sanitaria, aunque la impresión personal siempre es subjetiva y caprichosa. 

El 14 de diciembre de 1988 yo tenía diez años. Suficientes para que en mi memoria de niño se grabase a fuego la imagen de un extraño día sin clase, con calles vacías y una televisión pública fundida a negro. Muchos trienios después, el 16 de marzo de 2020, salí del edificio de la Sindicatura de Cuentas, dejando detrás una sede clausurada y triste, si es que las paredes tienen sentimientos. Aún más desolador era el panorama de una plaza desierta, sin el habitual bullicio de bares, quioscos, paseantes y coches. Solo dos días antes, el Gobierno de España había decretado el estado de alarma por una pandemia que nos obligaba a desplazar el trabajo al hogar. 

Un suceso en la lejana China nos metía de lleno en un caos que no habíamos imaginado, salvo en alguna referencia distópica de películas o novelas. Esta vez no era una mariposa aleteando sus alas, sino un virus microscópico de titánicas consecuencias. La vertiginosa extensión del contagio nos pilló a contrapié, teniendo que lamentar miles de muertes e infecciones, así como millones de víctimas de una hibernación económica que no debería ser duradera, pero que sí será profunda, justo cuando dábamos por amortizada la crisis que había empezado en 2008. 

Aquella huelga general paró “hasta los relojes”, como resumía algún responsable sindical. El coronavirus también ha frenado el país y el mundo, conduciéndonos a un desconocido confinamiento casero, tras el cual ya nada será igual en el trabajo, la política, los negocios, los usos sociales, ni siquiera en nuestra vida personal y familiar más íntima. El futuro no es lo que era, pero podemos contribuir a que sea algo mejor. Si “tres cosas hay en la vida”, nos hemos dado cuenta de cuál es la primera para la persona y la sociedad, sin recurrir a la retórica posterior a un sorteo de Navidad, sino esta vez con dolor. 

Escribiendo estos pensamientos, evoco la Ítaca de Kavafis y el camino como felicidad. Quizás habíamos alcanzado cierto punto de estabilidad y bienestar, pero no teníamos esa conciencia, por supuesto, con los infinitos matices que procedan. Pero, insisto, toca mirar hacia delante. 

En la Sindicatura de Cuentas estamos de aniversario, aunque es obvio que no de celebración. Los actuales síndicos y el síndico mayor completamos un año desde nuestra toma de posesión, al tiempo que la institución cumple tres lustros. Nos han acechado dificultades –digamos- normales y las derivadas de cibervirus y coronavirus, dos “enemigos invisibles” de este tiempo, tomando prestado el título del historiador económico Cipolla. Con todo, doce intensos meses superados con éxito, gracias a la unión y al desempeño de un personal técnico de altísima cualificación y valía profesional. 

Hemos tratado de innovar la tradición, lo que supone un reconocimiento expreso del trabajo anterior, encabezado por el primer síndico mayor, Avelino Viejo Fernández, pero también una palanca para que la inercia no sea la única fuerza motriz del futuro

Puede parecer una frivolidad hablar del control externo de los fondos públicos con lo que tenemos ahí fuera, sobre todo en la sanidad. Pero creo sinceramente que no lo es tanto si enmarcamos nuestro trabajo dentro de un sector público que debe ser eficaz (es decir, resolutivo), transparente, eficiente y económico, aunque en este momento –por pura lógica y urgencia- estemos priorizando lo primero. El sector público –local, autonómico, estatal, europeo- es un agente económico esencial, junto con las familias, las empresas y el tercer sector. Lo es siempre, pero aún más en instantes de zozobra como los actuales. El sector público es barco en la mar y salvavidas en la marejada. Por eso tiene que estar arranchado en toda circunstancia, por nuestro propio bienestar individual y social. Y aquí entra la Sindicatura de Cuentas. 

En el último año hemos aprobado doce informes definitivos, acercando más que nunca la fiscalización a la gestión realizada, para maximizar su valor. También hemos abordado temas novedosos sobre actuaciones medioambientales municipales, sistemas de contratación centralizada o transporte escolar, entre otros. 

En el programa anual para 2020 hemos dado un irreversible paso hacia la fiscalización operativa, incluyendo el salario social, la educación especial, las escuelas de 0 a 3 años, la inspección de vehículos o la administración electrónica, sin descuidar otros temas más transitados. Cuando se planifica es obligado priorizar, partiendo del volumen de recursos públicos a fiscalizar (técnicamente, su importancia relativa), de las específicas áreas de riesgo y de las propias disponibilidades del órgano. Por último, no podemos soslayar los desafíos que nos rodean, condensados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. 

De igual modo, seguimos consolidando la Sindicatura de Cuentas en el entramado institucional del Principado de Asturias y dentro del sistema de control externo español, integrado por los doce órganos autonómicos y el Tribunal de Cuentas. 

Vuelvo a los recuerdos. A los que tendremos cuando todo pase–que pasará, seguro- y podamos rememorar con media sonrisa la serie que estábamos viendo o el libro que leíamos. Y nos acordaremos también de que el sector público en 2020 se estaba transformando en tiempo récord. Nos daremos cuenta de que habíamos empezado a rediseñar unos servicios sostenibles y de calidad; un sistema fiscal sólido, equitativo y armonizado; un control financiero más intenso y extenso; una contratación pública responsable; una financiación autonómica objetiva; una Unión Europea solidaria y reforzada; una transición ecológica eficaz y justa; o una administración digital que había dejado de ser opción para convertirse en palmaria necesidad. 

En lo que atañe a la Sindicatura de Cuentas, reitero lo que en 2015 proclamamos con solemnidad en nuestros encuentros técnicos: “si importante es fiscalizar, no hay que olvidar que se hace para mejorar la gestión pública y la calidad de vida de las personas”. Así sea. 


Publicado en El Comercio el 12 de abril de 2020, primer aniversario como síndico mayor, en pleno estado de alarma en toda España por el coronavirus



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