martes, 10 de enero de 2017

¿Para qué sirve una conferencia?

Foto: (El País)

En 2011 se estrenaba la película de Tom Fernández ‘¿Para qué sirve un oso?’. La respuesta quedaba en el aire, aunque en el fondo se podía esbozar un alegato ecologista en general y del paraíso asturiano en particular.

En un orden bien diferente –por fin- se convoca para principios de 2017 la VI Conferencia de Presidentes, esta vez, con un mandato claro: abordar la reforma de la financiación autonómica, pendiente desde hace al menos tres años. El tema tiene la suficiente enjundia como para no tomarlo a broma, ni con parsimonia o pasotismo. Y, sin embargo, ya hemos visto las tres actitudes antes de la reunión. Algunos porque menosprecian la convocatoria, no vaya a ser que se diluya su discurso. Otros porque han tardado demasiado tiempo en convocar lo que era un clamor. Un tercer grupo, acudiendo como quien asiste al palo en el tute, pero sin ningún ánimo constructivo.

Cuando el presidente Zapatero convocó la I Conferencia de Presidentes en 2004 lo hizo para rellenar una laguna institucional importantísima en nuestro entramado autonómico. Sin duda, era una pieza que faltaba en el puzle federal, no la única, es evidente, pero sí una muy importante. El Senado, por desgracia, seguía y sigue en otras ocupaciones, a pesar del explícito mandato constitucional.

En aquella primera reunión se logró nada menos que consolidar el foro de cooperación y, como resultado concreto, se acordó un procedimiento para la participación de las comunidades autónomas en los asuntos europeos, tanto “hacia arriba” (formación de la voluntad del Estado) como “aguas abajo” (ejecución de las políticas comunitarias). En la II Conferencia de Presidentes, en 2005, se alcanzó un acuerdo para la financiación sanitaria, es verdad que con aportación unilateral del Gobierno de España y muy poco compromiso autonómico, pero entonces casi nadie se acordó de este matiz. En 2007, 2009 y 2012 (esta última ya con Rajoy en La Moncloa), la Conferencia de Presidentes siguió convocándose y abordando temas de Estado, como las políticas de I+D+i, la violencia de género o la salida a la crisis económica. En 2009 hasta se aprobó el primer reglamento interno de la Conferencia de Presidentes. Desde 2012, nada, el vacío.

La única salvedad es la regulación legal, por primera vez, en la Ley de Régimen Jurídico del Sector Público, a finales de 2015. Pero ni siquiera esto parece suficiente. En esta norma se configura la Conferencia de Presidentes como el máximo órgano de cooperación política multilateral entre el Gobierno de España y las comunidades autónomas. Pero, inexplicablemente, poca cosa, a pesar de lo que ha llovido, incluyendo desafíos territoriales de amplio calado (con Cataluña a la cabeza), una crisis económica invasiva (con varias metástasis), un nuevo paradigma presupuestario (con reforma constitucional incluida), una drástica reforma del sistema financiero (con Cajas de Ahorro que ya son historia o anécdota) y un aplazamiento sine die de la financiación autonómica y local (a pesar de los parches en forma de mecanismos extraordinarios y adicionales). Ninguno de estos temas mereció una Conferencia de Presidentes, a pesar de que el papel de las comunidades autónomas no sólo es ineludible, sino fundamental en términos estrictos de lealtad institucional y de eficacia de las políticas públicas a desplegar. El escenario hubiese sido otro de haber mediado ese valor consensual y multilateral que tanto se echó en falta estos últimos años.

Bienvenida sea pues esta nueva convocatoria de 2017. Sin embargo, llega tarde. Y aunque esto es mejor que nunca, lo cierto es que el agujero producido es ya considerable. Para empezar, la deseable unanimidad se ha roto y, como consecuencia, son más que probables algunas ausencias que hasta ahora jamás se habían producido. De otro lado, se están gestando “frentes” (en un sentido casi bélico), legítimos, faltaría más, pero bastante poco solidarios. Pobres contra ricos, mediterráneos contra cantábricos, forales contra comunes, norteños contra sureños, isleños frente a mesetarios. Sálvese quien pueda. ¿Alguien se está ocupando de cuidar el interés general y del sistema en su conjunto?

Difícil será acordar el reparto de la miel con los osos, sobre todo si no vienen a la merienda o se la quieren llevar toda. Peor aún; si ni siquiera hay bosque. 

Publicado en el blog De fueros y huevos (RIFDE-Expansión) el 10 de enero de 2017 

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