lunes, 9 de noviembre de 2015

Contables y cuentistas

¿Sabían ustedes que el control de las cuentas es fundamental? Menuda obviedad. Esto lo tenían muy claro los abuelos y las abuelas cuando contaban cada peseta que entraba y fiscalizaban cada una de las que salía para gastos.

Sabemos también que toda organización mafiosa o trama corrupta lleva una contabilidad de debes y haberes, a cargo de una persona de la estricta confianza del capo. Puede ser en libretas o en tabletas, pero esas cuentas siempre existen.

En el cártel de los Cárdenas Guillén en México, al contable-auditor le apodaban “El Ricochet” (sería por algo). También tenían los nazis en Austchiwtz su propio contador profesional, ocupando un lugar preeminente en ese entramado criminal. De manera magistral encontramos retratada esta figura en el cine, siendo mi preferida la del consiglieri de las películas de “El Padrino”, dirigidas por nuestro reciente Premio Princesa de Asturias de las Artes. Hay más ejemplos, pero nos hacemos una idea.

Si los delincuentes tienen claro que la llevanza de una correcta contabilidad resulta fundamental para el negocio, ¿cómo es posible que ciertos gestores públicos aún duden de esto? A partir de ahí, lo siguiente es el control que desarrollan las instancias externas sobre esas mismas cuentas, como garantía de que las cosas se están haciendo conforme a la ley y al sentido común. En otro caso, se recomendarán cambios y, si la cosa es grave, podrán empezar a depurarse responsabilidades. Pero ese control externo comienza por un buen control interno en la propia casa, no se olvide.

Vayamos hacia atrás y volvamos a nuestros mayores. Quizás no tuviesen mucha formación, pero sabían perfectamente lo que costaba “ganar un duro” y lo que “valía un peine”. Hoy dudo de que esto sea así siempre y para todo el mundo. Necesitamos más educación financiera, a todos los niveles y desde la escuela.

Ejemplo: veo el anuncio de una mueblería que ofrece “precios rebajados a la mitad”. Pero la mesita blanca tiene un descuento del 30%. Pues una de dos: o mienten por desconocimiento o nos engañan confiando en la tontuna de quien lo lee. Malo en todo caso. 

Publicado en La Voz de Avilés el 9 de noviembre de 2015


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