jueves, 21 de septiembre de 2017

Edades y percepciones


Mal asunto cuando te metes en la cama más tarde un martes que un sábado. Significa que estás invirtiendo tu tiempo en ver cualquier cosa en la tele, preparando una oposición, terminando un proyecto pendiente, recogiendo la casa, cuidando recién nacidos o cerrando un infame turno de trabajo. En ese momento, tu edad ya no es solo la que marca tu carnet de identidad, sino que algo ha pasado para que aquella rutina de antaño ahora sea otra muy diferente. Ya no sales tanto de fiesta. Ya eres mayor.

El tiempo es relativo y un minuto puede ser larguísimo o pasar volando, aunque siempre dure 60 segundos. Con los años pasa lo mismo. Hay jóvenes ya viejos y viejos siempre jóvenes. Personas que les aburría alternar de noche y lo hacían por puro seguidismo del grupo, abandonando esta práctica en cuanto consiguieron pareja estable o entretenimiento alternativo. En el otro lado, mujeres y hombres que peinan canas o se las tiñen, pero que no han perdido su espíritu de alegría y, todavía más importante, de reivindicación. Para mí, esto segundo es admirable. La edad no debe ser un parapeto ni una disculpa. Ojo: tampoco una patente de corso.

Personalmente, me molesta mucho cuando algún veterano utiliza su condición de antigüedad para afirmar con tono de condescendencia y supuesta autoridad que algunos somos muy jóvenes para entender ciertas cosas o que nos sobra ingenuidad. Yo le contesto que quizás lo que le falta a usted es empatía, entusiasmo y capacidad de adaptación a nuevos tiempos y desafíos. Por ejemplo, si un político treintañero sugiere una idea más o menos novedosa, algunos por encima de la sesentena la descalifican de inmediato, solo por la edad del proponente. ¿No recuerdan esos ex ministros o antiguos diputados que cuando ellos accedieron a los cargos contaban esa misma edad? Aquellos penenes, luego catedráticos y altos cargos (o a la inversa, da igual), ¿serían capaces de superar hoy esas cribas con un juicio justo de mérito y capacidad? Hay serias dudas.

Para Antonio Machado, todo necio confunde valor y precio. El que se siente viejo, además, confunde valor y tiempo.

Publicado en La Voz de Avilés el 21 de septiembre de 2017 


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