“La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?” Así empieza la Sonatina de Rubén Darío, ilustre poeta y visitante del Bajo Nalón hace un siglo. Yo no pretendo hacer poesía, menos aún a esa altura, pero sí llegar a una conclusión parecida a la del poeta: L’Arena estaba triste… ¿Qué tenía L’Arena?
Pues el pueblo tenía un poco de pena, bastante nostalgia, mucha indiferencia y demasiada inercia. Los tiempos de mayor gloria económica y festiva habían pasado, pero también en parte los habíamos dejado marchar, bien por desidia propia, bien por una dura crisis, bien por falta de ayuda externa. Un poco de todo. Lo cierto es que bastante gente andaba con la cabeza gacha, otros hacía tiempo que ya ni venían por aquí y alguno más renegaba de su patria chica. No era buena cosa.
A pesar de todo, algunas cosas nos devolvieron cierta ilusión en los últimos años, como la reforma de los muelles, los nuevos restaurantes, la bandera azul de la playa (hasta ahora), las actividades innovadoras en torno al surf o unas navidades que nos colocan en el mapa. Pero la princesa seguía triste.
Criticar siempre es fácil y barato, nunca me cansaré de decirlo. Me gusta el lema que se está imponiendo: “aportar o apartar”. O se añade valor, cada persona lo que pueda, incluso un simple agradecimiento, o mejor deja de hacer ruido. Innovar cuesta mucho, nos quita tiempo propio y momentos con la familia y la pandilla. A veces, hasta es sacrificado, teniendo que asumir un coste personal y económico por malas intenciones o malentendidos. Nuestros amigos Víctor y Fernando, de la Asociación Cultural Garabuxada, lo saben muy bien. Mucho ánimo para los dos.
Lo cierto es que la ilusión acaba de volver. No llegó sola, ni de manera milagrosa. Se tuvieron que arremangar algunas personas muy concretas y encontrar aquel carro de Manolo Escobar, para que volviese a rodar reluciente y a toda marcha. San Juan fue el detonante, pero unos meses antes ya se había relanzado la histórica reivindicación de la pasarela. Esa fue la chispa que encendió la mecha. En esto, muy unidos con San Esteban, con sentimientos y proyectos, pero esperamos que pronto también con esa pasarela que, simple y llanamente, nos merecemos. Los argumentos son tan conocidos que esta vez me los ahorro. Solo quiero recordar que ahora ya apoyan de forma expresa esta infraestructura, junto a los vecinos de ambas orillas, la Junta General del Principado de Asturias, los Plenos de los dos ayuntamientos, la Cámara de Comercio de Avilés y la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca. Seguro que se suman otros importantes respaldos muy pronto. Bienvenidos los descreídos y, ahora, todos juntos hacia adelante.
En su Salutación del optimista, decía Rubén Darío: “abominad la boca que predice desgracias eternas”. Algunos (esta vez, los menos), ya están predicando fracasos y decepciones. Pues no les vamos a dar la razón ni les vamos a dejar. L’Arena y San Esteban tienen mucho futuro. Y muy bueno.
Pues el pueblo tenía un poco de pena, bastante nostalgia, mucha indiferencia y demasiada inercia. Los tiempos de mayor gloria económica y festiva habían pasado, pero también en parte los habíamos dejado marchar, bien por desidia propia, bien por una dura crisis, bien por falta de ayuda externa. Un poco de todo. Lo cierto es que bastante gente andaba con la cabeza gacha, otros hacía tiempo que ya ni venían por aquí y alguno más renegaba de su patria chica. No era buena cosa.
A pesar de todo, algunas cosas nos devolvieron cierta ilusión en los últimos años, como la reforma de los muelles, los nuevos restaurantes, la bandera azul de la playa (hasta ahora), las actividades innovadoras en torno al surf o unas navidades que nos colocan en el mapa. Pero la princesa seguía triste.
Criticar siempre es fácil y barato, nunca me cansaré de decirlo. Me gusta el lema que se está imponiendo: “aportar o apartar”. O se añade valor, cada persona lo que pueda, incluso un simple agradecimiento, o mejor deja de hacer ruido. Innovar cuesta mucho, nos quita tiempo propio y momentos con la familia y la pandilla. A veces, hasta es sacrificado, teniendo que asumir un coste personal y económico por malas intenciones o malentendidos. Nuestros amigos Víctor y Fernando, de la Asociación Cultural Garabuxada, lo saben muy bien. Mucho ánimo para los dos.
Lo cierto es que la ilusión acaba de volver. No llegó sola, ni de manera milagrosa. Se tuvieron que arremangar algunas personas muy concretas y encontrar aquel carro de Manolo Escobar, para que volviese a rodar reluciente y a toda marcha. San Juan fue el detonante, pero unos meses antes ya se había relanzado la histórica reivindicación de la pasarela. Esa fue la chispa que encendió la mecha. En esto, muy unidos con San Esteban, con sentimientos y proyectos, pero esperamos que pronto también con esa pasarela que, simple y llanamente, nos merecemos. Los argumentos son tan conocidos que esta vez me los ahorro. Solo quiero recordar que ahora ya apoyan de forma expresa esta infraestructura, junto a los vecinos de ambas orillas, la Junta General del Principado de Asturias, los Plenos de los dos ayuntamientos, la Cámara de Comercio de Avilés y la Unión de Comerciantes de Avilés y Comarca. Seguro que se suman otros importantes respaldos muy pronto. Bienvenidos los descreídos y, ahora, todos juntos hacia adelante.
En su Salutación del optimista, decía Rubén Darío: “abominad la boca que predice desgracias eternas”. Algunos (esta vez, los menos), ya están predicando fracasos y decepciones. Pues no les vamos a dar la razón ni les vamos a dejar. L’Arena y San Esteban tienen mucho futuro. Y muy bueno.
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