Estamos de celebración. Medio centenar de “avantes” en esta columna de LA VOZ, siempre “libre” y siempre intentando agradar, aunque a menudo no se consiga. Supongo que esto se debe a que uno no está igual de inspirado todos los días, pero también a la coherencia que supone mantener ciertos criterios sobre algunos aspectos de la vida.
La primera columna la escribí en pleno verano, lo cual me permitió ponerme menos serio al hablar de la crisis y la actualidad que, para el caso, son sinónimos. Aprovechando hoy esta cifra redonda de escritos, relajo el tono también para abordar dos cuestiones de moda que llenan parte de mi tiempo libre y, creo, el de mucha más gente.
De primero, cachopo. Plato típico en la cocina asturiana, cada vez protagonista de más jornadas gastronómicas, farturas en chigres y sidrerías, guías especializadas y páginas web. No es para menos. Sin salir de la Comarca de Avilés tenemos sitios de referencia para Asturias que, por extensión, lo son para el mundo entero. Este despliegue del cachopo no debe ser flor de un día y bien harían los restaurantes en aprovecharlo para seguir ofreciendo calidad y cantidad a buen precio. Aquí no nos vale la comida deconstruida ni comedias de ese tipo a tarifas prohibitivas. Sólo sirven los buenos cortes de carne, con su queso, su jamón, su rebozado y su acompañamiento de sidra (es lo que yo recomiendo; el vino y el agua nos distraen más del objetivo central).
Y luego está el gintonic, mezcla también clásica de ingredientes que, en este caso, como el del cachopo, ha venido discurriendo por diferentes etapas. Desde aquel duopolio en las barras con el cubalibre, pasó al ostracismo de las bebidas “viejunas” para nostálgicos y volvió a resurgir con una fuerza desconocida. Ahora ya te preguntan por el tipo de ginebra (las españolas no molan tanto), la marca de tónica (con una increíble variedad surgida de la nada) y hasta la fruta de acompañamiento (esto último me parece ciertamente una estupidez).
Pero no todo va a ser darle a la mandíbula y al gargüelu. También están de moda las carreras populares, cada vez con más citas en el calendario y con más participantes, aunque pienso que con demasiada tecnificación y bastante caras, lo que les hace perder parte de su encanto original.
En fin. Por mi parte, seguiré comiendo algún cachopo, tomando gintonics con moderación y, para que el colesterol malo no suba, echando alguna carrerina entre Avilés y Salinas.
Publicado en La Voz de Avilés el 14 de mayo de 2013, con motivo de las primeras 50 columnas de 'Avante Libre'
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