lunes, 6 de junio de 2011

15-M y 22-M

Sólo hay siete días entre ambas fechas, pero entre las dos parece que media un abismo. Los indignados o fartucos (a mí me gusta más la palabra en asturiano) piden que en el debate público se tengan en cuenta temas que no están en la agenda política o, al menos, en la agenda de los dos grandes partidos.

En el consenso de mínimos al que se ha llegado quedan planteadas tres cuestiones. Primera, la reforma de la ley electoral para aproximar el reparto de escaños a la distribución real de los votos. Segunda, fomento de una democracia más participativa en todos los órdenes. Tercera, intolerancia a la corrupción y transparencia gubernamental.
 
Comenzando por esta última, supongo que nadie podrá oponerse a ella, salvo que se sea un necio o se tenga mucho que ocultar. Dicho lo cual, hay que matizar que no todos los gobiernos ni todas las instituciones son igual de opacas. Por ejemplo, hay ayuntamientos que son premiados por su política de transparencia total (ahí están Gijón y Avilés como modelos para toda España), mientras otros torpedean cualquier acceso a la información por parte de la ciudadanía.
 
Debe aprobarse, de una vez por todas, una ley general de transparencia que sólo impida el acceso a la información cuando afecte a datos personales o a cuestiones de seguridad nacional. Todo lo demás, en abierto, incluyendo sueldos públicos, contratos menores, indicadores de gestión, operaciones de crédito y estadísticas básicas.
 
Con respecto al fomento de una democracia más plena, es evidente que debemos desplegar mucho más intensamente la potencia de figuras como el referéndum, la iniciativa popular y el presupuesto participativo, rebajando sus exigencias y desechando cualquier miedo a utilizarlas. Sobre todo en el ámbito local (por ejemplo, para decidir si hacemos un parque o una urbanización), pero también para las grandes cuestiones de Estado (monarquía, moneda única, ejército, modelo de descentralización u otras). Yo no creo que estos instrumentos «los cargue el diablo» (Borrell dixit), sino más bien que son «un arma cargada de futuro» (parafraseando a Gabriel Celaya).
 
LEY ELECTORAL
 
¿Reformar la ley electoral? Sí, para que sea más justa, se dice. Esto es obvio, pero hay que recordar que estamos ante una de las normas básicas en democracia, nada menos que la que marca las reglas del juego. La vigente ley es de 1985, si bien ha sufrido diversas modificaciones. Aún defendiendo que sea una norma duradera, parece haber llegado la hora de plantearse algunas cosas. Y el camino está trazado. Fue el Gobierno de Zapatero el que en 2008 encargó al Consejo de Estado un informe sobre la reforma electoral, pero algunos pronto lo desecharon. Ese trabajo, reflexivo e impecable jurídicamente, debería servir de base para futuros debates, gobierne quien gobierne.
 
Primero, debemos decidir quién tiene derecho al voto y a ser votado. Esto implica cuestionarse la mayoría de edad electoral, el carácter voluntario del sufragio, la ilegalización de partidos (no sólo por ETA) y, cómo no, el voto de la inmigración y de la emigración. Sobre esto último, opino que no deberían votar personas que nunca han pisado España y, en cambio, sí deberían poder hacerlo quienes residen y pagan impuestos aquí, tengan el DNI que tengan.
 
En segundo lugar, yo apuesto por un nuevo modelo de financiación, para que no se premie con fondos públicos sólo a los que ya están. Ojo: tampoco permitiendo que cuatro amigos monten un partido para obtener subvenciones.
 
Tercero, si partimos de que las formaciones políticas deben ser democráticas, sugiero un sistema de primarias como el del PSOE, pero obligatorio por ley para todos los partidos. No habría mayor impulso a la participación política activa, ni mayor puesta en valor del militante de base. Por otro lado, evitaríamos que este sistema quedase en manos de la voluntad de una persona o de unos pocos 'notables'.
 
Cuarto, esto ya sólo para Asturias. Pienso que no se justifica, ni política ni económicamente, el que sigan existiendo tres circunscripciones. ¿Acaso debe valer más el voto de un praviano (Occidente) que el de una corverana (Centro) o el de un cabraliego (Oriente)? Piensen en ello los que han ganado en votos y quienes han sacado más escaños.
 
Publicado en dos entregas (aquí y aquí) en La Voz de Avilés, los días 4 y 6 de junio de 2011.
 

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