miércoles, 21 de abril de 2010

Corrupción y ética



Según el diccionario, la corrupción implica echar a perder, depravar, dañar, pudrir, sobornar, pervertir, estragar, viciar, incomodar, fastidiar, irritar. Y hasta oler mal (será por los chorizos rancios). Visto esto, ¿todavía puede quedar alguien que le interese la corrupción desde un punto de vista ético? Por desgracia, parece que sí.

Hay varias cuestiones que me preocupan como ciudadano, algunas casi convertidas en mitos. La primera es la peligrosa distinción que algunos hacen entre corrupción buena -supuestamente- y corrupción mala. Craso error. Quien roba un euro, roba un ciento. Primero una factura falsa, luego una subvención indebida, un traje a medida, una comisión ilegal y así hasta terminar robando dinero a manos llenas. Mejor cortar la hemorragia y la tentación desde el principio.

Segundo mito: la corrupción es exclusiva de eso que llamamos genérica y despectivamente «los políticos». Dicho de otra forma: todos «los políticos» sisan. Falso y falso. Cuando se pilla a un cargo público con las manos en la masa, todos nos ponemos estupendos y criticamos la indecencia y la caradura de esa persona. Pero hagámonos estas preguntas: ¿juzgamos igual a la empresa privada que fomentó esa conducta o al funcionario que hizo la vista gorda? ¿Votaremos igual al partido que sostiene al corrupto? En todo caso, el que haya un cargo público, dos o cien que se corrompan, quiere decir que hay otros miles honrados que todos los días trabajan por construir una sociedad mejor, gracias a eso que se llama vocación de servicio público. Que sí, todavía existe.

Tercer mito: la corrupción es ahora mucho mayor que antes. No. Pero, al menos, ahora se conoce y se castiga, gracias a una concienciación general y a una policía y una fiscalía que hacen muy bien su trabajo. ¡Pues anda que no había corrupción en el franquismo o en la Transición! Pero se tapaba todo.

Siempre la peor corrupción es la que consentimos y ensalzamos. Aquí, tolerancia cero y marginación social del corrupto. Pero aún más grave es criticar al que roba, no por el hecho mismo de saquear, sino porque envidiamos su posición. Eso sí que es triste.

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 21 de abril de 2010

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1 comentario:

Antonio Arias dijo...

Después de los mitos ... ¿para cuando las paradojas?