martes, 30 de abril de 2013

Reforma fiscal, ética y educación

Gaspar Meana
Como ya escribí alguna vez, cuando uno se pone a hablar sobre impuestos, de entrada suele tener al público en contra. Así es porque durante demasiados años los impuestos fueron denostados porque –decían algunos- “suponen una intromisión en la libertad individual”, “expolian nuestra renta” y “nos hacen menos competitivos y felices”.

Desde finales de los años 70 del siglo pasado existió un amplio consenso en la idea de que bajar los impuestos era algo bueno, fuese nuestra inclinación neoclásica o keynesiana o nuestra ideología de izquierdas o de derechas. El supuesto objetivo era el mismo: liberarnos de una carga fiscal excesiva, de un esfuerzo fiscal insoportable o de una presión fiscal demasiado alta. Las palabras nunca son inocentes: carga, esfuerzo, presión. No encontramos ni una sola que tenga connotación positiva. Por cierto, en la jerga universitaria también hablamos de 'carga docente' cuando se reparten las asignaturas, como una pesada losa que hay que sobrellevar, cuando en realidad es la esencia de la profesión y el concepto por el que se cobra. Pero, en fin, volvamos a los impuestos.

Yo nunca he estado de acuerdo con ese mensaje simplificador. Habría que decir que todo depende, del tipo de impuesto, de cómo se instrumente la bajada concreta y, sobre todo, del papel que queramos dar al Sector Público, en tanto que aglutinador de preferencias, dinamizador de la economía y elemento de solidaridad con las personas más desfavorecidas. Menos impuestos suponen menos gasto público (el recurso al crédito siempre es limitado, como bien sabemos) y, por tanto, menor capacidad de intervención. Aquí las opiniones son infinitas, por eso sorprende tanto la hegemonía de ese discurso que defendía un Sector Público en retirada… hasta que llegó la crisis y “mandó a parar”.

El caso de España es curioso. Por un lado, tenemos uno de los indicadores de presión fiscal más bajos de la UE y la OCDE, pero la población percibe que paga más impuestos que en otros países comparables. Por otra parte, la población apoya muy mayoritariamente el pago de impuestos altos para financiar buenos servicios públicos, pero al tiempo somos uno de los países con más economía sumergida y fraude fiscal. A mi juicio, hay tres causas que justifican esta suerte de hipocresía fiscal: un sistema tributario mal diseñado y debilitado en los últimos años, una cuestionable ética fiscal y una escasa educación tributaria.

Sobre la primera cuestión, resulta obvio constatar que la crisis nos ha dado en las narices con la necesidad de acometer pronto una reforma fiscal que incida en los principios de suficiencia, eficiencia, equidad horizontal y vertical, simplicidad y flexibilidad. Creo sinceramente que España no tiene un problema de gasto público excesivo y sí de débiles ingresos fiscales estructurales. Creo también que persisten muchas injusticias, por ejemplo, por innumerables deducciones o por el trato favorable de las rentas del capital en el IRPF. Creo, asimismo, que el fraude fiscal es una lacra que se puede corregir en buena medida con más prevención, inspección y sanción, pero nunca con más amnistías. Pienso también que se pueden hacer impuestos mucho más sencillos de gestionar y de pagar, al tiempo que mejoramos su flexibilidad ante cambios en la coyuntura económica, social o política. Y creo, en fin, que España debe acometer esa reforma fiscal sin perder de vista la cuestión territorial porque esto es “cosa de tres”: Administración Central, Comunidades Autónomas y Entidades Locales, sin olvidar el marco supranacional de la UE.

Sobre la ética fiscal, hago mías las palabras del escritor catalán Xavier Febrés: “tenemos que encontrar una poesía vibrante al hecho de pagar impuestos, una emoción estética a la fiscalidad”. Cuestión difícil, pero no imposible, sobre todo cuando vemos que al caer dramáticamente la recaudación, hay que hacer ajustes draconianos. Los impuestos, como su nombre indica, no son limosnas. En esa fuerza coactiva reside una de sus críticas, pero es también su principal virtud. No existe otro instrumento tan potente como los impuestos para construir una sociedad civilizada.

Y llegamos a la tercera carencia: la escasa educación fiscal. En su 'Misión de la Universidad' (1930), Ortega establece un paralelismo entre los fundamentos de la Economía y de la Enseñanza. Para el filósofo, “la escasez es el principio de la actividad económica”, al tiempo que “la escasez, la limitación en la capacidad de aprender, es el principio de la instrucción”. Y dice más: “La Universidad tiene que estar también abierta a la plena actualidad; más aún: tiene que estar en medio de ella, sumergida en ella”. De otro modo, añade, estaríamos formando a un nuevo “bárbaro”, a un “profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también”.

El libro que presentamos esta pasada semana en la Universidad de Oviedo lleva por título 'Impuestos para todos los públicos', coordinado junto a mi colega hacendista Francisco Delgado Rivero, con prólogo del ex ministro Carlos Solchaga, quien también nos acompañó en el acto. Los dos coordinadores de la publicación dirigimos desde hace cinco años un curso de verano cuyo objetivo, como el del libro, es justamente acercar una materia técnica a personas no expertas, pero que sí son y serán contribuyentes y sujetos pasivos de varios impuestos. Es una pequeña muestra de educación fiscal, una gota de formación para la ciudadanía, la misma que debería nacer en la Educación Primaria, desembocar en la Universidad y continuar a lo largo de toda la vida. Parece claro que si la educación ciudadana mejora, la ética fiscal aumenta y la reforma fiscal encuentra una opinión pública más receptiva. Ese es el camino hacia un nuevo círculo virtuoso en materia tributaria.

Decía el hacendista asturiano José del Campillo y Cossío en su 'España despierta' (1742) –título sugerente aún para nuestros días- que los tributos deben dar “reputación a la patria y no penalidad a los vasallos” (hoy diríamos ciudadanía). En este empeño debemos perseverar para tener un buen sistema fiscal, un Sector Público del que sentirnos orgullosos y, en definitiva, un país mejor.


Palabras pronunciadas en el acto de presentación del libro 'Impuestos para todos los públicos', celebrado el jueves 25 de abril de 2013 en la Universidad de Oviedo.

Publicado en El Comercio el 30 de abril de 2013


lunes, 22 de abril de 2013

Impuestos para todos los públicos

De izquierda a derecha, Francisco Delgado Rivero, Carlos Solchaga, Vicente Domínguez
(Vicerrector de la Universidad de Oviedo), Carlos Monasterio Escudero y yo

Este jueves presentamos en la Universidad de Oviedo el libro colectivo titulado Impuestos para todos los públicos, editado por Pirámide y coordinado por Fran Delgado y por mí (ver resumen de prensa y escuchar recomendación de Carlos Rodríguez Braun en Onda Cero).

En la ficha del libro se especifica que esta publicación "pretende mostrar los impuestos de forma amena y rigurosa, tanto para el gran público como para gestores de pequeñas empresas o profesionales que pueden obtener, a través de esta obra, una panorámica bastante completa del sistema fiscal".

El sugerente prólogo del libro lo firma Carlos Solchaga, aportando valiosas ideas, desde su doble condición de experto y su dilatada experiencia profesional y política.

Entre los autores se encuentran personas de reconocida competencia en diferentes disciplinas relacionadas con los impuestos, caso de Carlos Monasterio, Javier Suárez Pandiello, Antonio Martínez Arias, Ignacio Zubiri, Ana Herrero Alcalde, Francisco Pedraja, José Manuel Cordero, José Ramón Chaves, Jonás Fernández, Carlos Rodríguez BraunJesús Sanmartín Mariñas. Abordamos temas concretos y otras materias transversales, como se puede ver en el índice:

- Prólogo.
- Una mirada global a los impuestos.
- El impuesto sobre la renta.
- Fiscalidad del patrimonio, las herencias y las donaciones.
- Impuesto sobre sociedades.
- El impuesto sobre el valor añadido y los impuestos especiales.
- Las cotizaciones sociales.
- Los impuestos propios de las comunidades autónomas.
- Los tributos y la financiación de los ayuntamientos.
- Viaje al fraude fiscal. Impuestos, sector público y banca.
- Los impuestos a través de la cultura.
- Las administraciones tributarias.
- Los impuestos según...
- Los impuestos en internet.





martes, 9 de abril de 2013

Sara y Margaret


Antonia y Margarita. La artista y la política. La españolísima y la británica imperial. El glamur y la belleza, frente a la dureza y el frío. Mientras Sara se fumaba un puro y enamoraba –seamos finos- a millones de hombres y mujeres de todo el mundo y de varias generaciones, doña Margaret recortaba salarios, desmontaba servicios públicos e impulsaba guerras sin que le temblase la mano.

Las dos se nos mueren el mismo día; la española con 85 años recién cumplidos, la británica con 87. Saritísima con una sonrisa y la Dama de Hierro con vinagre en las venas. La primera fue amiga de Severo Ochoa, científico asturiano y premio Nobel. La segunda lo fue de Ronald Reagan, presidente de EEUU y fiel aliado en políticas económicas ultraliberales.

Decía la propia Sara Montiel que el dramaturgo Miguel Mihura fue su “primer amor” y que la “hizo mujer”, si bien ella solía dejarlo “como un trapo en la cama”. De otro señor con bigote que fue presidente del Gobierno decía que no tenía “ni medio polvo” (quizás por eso entendemos que este señor no tenga hoy tanto pelo sobre su labio superior).

En cambio, Margaret Thatcher pensaba que “todos nuestros problemas han venido de la Europa continental y todas las soluciones han venido de las naciones anglohablantes”. Se atrevía a decir esto mientras defendía a Pinochet, con el fin de que no fuese juzgado en España por algunos de sus crímenes.

Sara creía que el mundo era su lugar de trabajo y España una habitación más de su casa. Para Margaret, Europa era una isla que miraba de reojo el “continente” británico. Sarita no sabía inglés cuando marcho a rodar a con Gary Cooper y Burt Lancaster, ni falta que le hizo. Para Margaret, todo lo que no fuese hablar en su idioma era una grosería.

Para Sara Montiel las personas eran importantes, pero también lo eran los grupos humanos. Para Margaret la sociedad simplemente no existía como concepto. Mujeres eran las dos, eso es evidente, pero Margaret no hizo demasiado por romper ciertos roles sexuales del pasado, algo en lo que la manchega fue innovadora en grado sumo.

Nuestra diva española era soberbia, en el doble sentido de la palabra. La señora Thatcher lo era solo en la acepción de persona altiva, de esas que miran por encima del hombro.

En fin, se nos van dos mujeres de bandera, de España y del Reino Unido, del arte y de la política. A mí me gustaba mucho más Sara Montiel, por si no había quedado claro. 


Publicado en La Voz de Avilés el 9 de abril de 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

Opinando en directo sobre financiación autonómica

Hoy me entrevistaron en directo en RNE-5, al hilo de los ecos y reivindicaciones que se oyen sobre una nueva reforma de la financiación autonómica, con formación de frentes según diversos intereses (nada nuevo, por otra parte).
 
Mención especial a la innovadora propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación (sic), consistente en ceder el 100% del IRPF a las Comunidades Autónomas, al estilo del Concierto económico vasco o del Convenio navarro.


martes, 2 de abril de 2013

Gracias, Luis

En las primeras semanas de 2004, cuando estaba ultimando mi tesis doctoral, viajé hasta Madrid para entrevistarme con el entonces Consejero del Tribunal de Cuentas Luis Martínez Noval con la única credencial –ni más ni menos- que la referencia del catedrático y amigo común Carlos Monasterio Escudero. Luis me recibió en su despacho de la calle Padre Damián como si fuésemos conocidos de toda la vida y me brindó desde el principio toda su colaboración para lo que yo le pedía.

Para hacer el trabajo empírico del tercer ensayo de mi tesis, sobre la deuda de las empresas públicas autonómicas, necesitaba esos datos que, mira por donde, nadie más que el Tribunal de Cuentas estaba publicando entonces (el Banco de España, a pesar de tenerlos, sólo lo hacía de forma agregada). Y Luis me facilitó llegar a esos datos, permitiéndome de paso conocer la riqueza de la biblioteca de la "casa", en la sede que el supremo órgano fiscalizador tiene en la madrileña calle de Fuencarral. A quienes hoy recomiendan la transparencia como la moda del prêt-à-porter, habría que recordarles que Luis ya se vestía entonces (y mucho antes) con esos finos paños.

Gracias Luis. Gracias por ese favor que me hiciste y que me metió de lleno en la carrera académica. Sin tu colaboración y tu concurso hubiese sido poco menos que imposible realizar el tercer ensayo de mi tesis. Así lo hice constar entonces en la página de agradecimientos y así lo reitero ahora.

Gracias doctor Martínez Noval. Gracias también por tener el empeño de terminar tu propia tesis doctoral que, además de ser un trabajo académico de nivel (cum laude, a juicio del tribunal que la valoró), recoge tus intachables principios políticos y éticos sobre el sistema de pensiones públicas. Reclamo desde estas líneas una edición conmemorativa de ese trabajo, ahora sólo disponible en entregas parciales en diversas revistas. Esos mismos principios son los que guiaron tu gestión como socialista y como Ministro de Trabajo y Seguridad Social, de los cuales Asturias y España se han podido beneficiar durante mucho tiempo.

Por avatares de la vida, ahora trabajo en la Sindicatura de Cuentas del Principado de Asturias, en un momento de especial importancia para la fiscalización de la gestión pública, como bien sabías desde tu etapa en el Tribunal de Cuentas y ya en las anteriores responsabilidades que fuiste ocupando. En tu última conferencia en la Universidad de Oviedo, el pasado 8 de noviembre de 2012, hablaste de este tema, con el rigor habitual y con la didáctica de quien había sido profesor de la Facultad de Económicas (aunque yo creo que esta condición de docente e investigador nunca se pierde, motivo por el cual yo no conozco a ningún “ex-profesor”).

Sirva este pequeño homenaje personal para honrar tu memoria. Nos quedan tus recuerdos, tus textos y tus aportaciones. Muchas de esas enseñanzas las seguiremos aplicando porque nos queda casi todo por hacer y aún más por evitar que desaparezca lo que tú mismo ayudaste a levantar.
Publicado en El Comercio el 2 de abril de 2013