miércoles, 23 de septiembre de 2015

Crisis y control externo federal

Artículo en ABC

La crisis económica ha colocado el Sector Público español frente al espejo de una realidad muy dura de asimilar. El ajuste, cuando devino inevitable, se hizo más doloroso y profundo. A buen seguro, Séneca repetiría aquello de que “cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto”.

Entre tanto, los órganos de control externo (OCEX) autonómicos y el Tribunal de Cuentas han venido ejerciendo su principal función de fiscalización con rigor, pero también con no poca resistencia frente a unos gestores que suelen recelar de dicho control. El sólido corpus de conclusiones y recomendaciones plasmado en los informes constituye un variado menú de platos para la mejora de la gestión pública. Y, sin embargo, muchas de esa recetas fueron ignoradas por los mismos gestores, pero también desaprovechadas o tergiversadas por algunos políticos, informadores e incluso por la ciudadanía en general. Ahora se redescubren, cual si se tratase del agua tibia o como si los protagonistas hubiesen caído a tierra tras un bíblico resplandor de luz del cielo. Bienvenida sea esta revelación de lo que siempre había estado ahí. Ahora falta que se aplique con decisión.

Por ejemplo, los OCEX ya habían advertido en numerosas ocasiones del deslizamiento del déficit y la deuda por las llamadas “facturas en el cajón” (pudiendo haber evitado la sangrante multa europea a España por la manipulación estadística en la Comunidad Valenciana). También se pueden leer los informes de OCEX sobre prácticas irregulares o fraudulentas en materias de contratos, selección y formación de personal o uso del procedimiento excepcional de concesión directa de subvenciones. Son sólo algunas muestras de mal gobierno, como se dice ahora. Hay muchas más.

Añádase la actitud del legislador estatal cuando obvió a los OCEX en numerosas reformas (estabilidad presupuestaria, Administración Local, Autoridad Independiente Responsabilidad Fiscal y otras) e incluso cuando el Gobierno de España propuso en un documento oficial (Informe CORA) la radical supresión de los OCEX. Por fortuna, ese objetivo sólo se logró en un único caso (Sindicatura de Cuentas de Castilla-La Mancha), a partir de la activa colaboración del legislador autonómico.

En pleno proceso de revisión constitucional –no se puede negar ni desdeñar lo evidente- los OCEX también tienen que alzar su voz. Primero, para reivindicar su fundamental tarea de control externo dentro del núcleo duro de funciones públicas en un sistema democrático. Y, segundo, para asumir y corregir fallos, en absoluto menores. Para empezar, tratando de superar ineficiencias propias, agilizando procedimientos y eliminando toda suerte de politizaciones y corporativismos.

Lo anterior se debe realizar en el marco de un renovado modelo institucional de control externo, dentro de una reforma federal del Estado. Para quien aún dude del concepto, consiste grosso modo en compartimentar mejor las competencias de los OCEX y del Tribunal de Cuentas o, si se prefiere, de las comunidades autónomas y del propio Estado central, atendiendo a los principios de autonomía, eficacia, eficiencia y economía, al hilo de una nueva coyuntura económica, política y social. 


Publicado en el blog de ABC-AECR La riqueza de las regiones el 23 de septiembre de 2015 

viernes, 4 de septiembre de 2015

Tercera y vencida: un viaje al nuevo rescate de Grecia


En el número 8598 del Diario La Ley (4 de septiembre de 2015) me publican un artículo doctrinal sobre la crisis griega. A continuación, transcribo el resumen y mi opinión. El artículo completo está AQUÍ y AQUÍ.

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Resumen
La profunda crisis de Grecia está siendo una dura prueba de resistencia para este país y para el proyecto del euro. Por primera vez, se llegó a plantear la posibilidad real de salida de un Estado miembro de la Eurozona, aunque finalmente este riesgo ha sido conjurado. En julio de 2015 Grecia solicitó formalmente un tercer rescate, no sin antes haber convocado un crucial referéndum sobre la anterior propuesta de medidas de ajuste. En el trabajo se repasan críticamente la secuencia de acontecimientos y las diferentes alternativas, utilizando un enfoque combinado de análisis jurídico, económico y politológico. Tras desechar las posiciones más radicales y extremas, se ponen en valor los logros de la construcción europea, con especial énfasis en la moneda única y los nuevos mecanismos de aseguramiento.

Opinión
La crisis griega está siendo en buena medida una crisis del euro. En esencia, esto no sería más que la constatación de una realidad jurídica, política y económica: si un socio de un área monetaria sufre, lo hace el conjunto. Y no importa tanto su tamaño como el hecho mismo del padecimiento y las consecuencias sobre la credibilidad del proyecto común. Los acontecimientos de 2015 se han parecido a las fases de un juego de estrategias (cosa lógica), aunque también a una partida trufada de posiciones extremas y amenazas (esto ya resulta mucho menos gratificante). El gobierno griego ha querido, legítimamente, elevar su voz frente a un puro ajuste contable de su deuda, destacando las evidentes consecuencias económicas y sociales que tan duro recorte conlleva. En el otro lado, con su propia legitimidad, las instituciones acreedoras han querido velar por sus intereses (en la doble acepción del término), pero sin dejar caer al socio griego. De esa legitimidad se pasó con rapidez a la deslealtad, con un referéndum convocado por el gobierno griego en plena negociación y con una respuesta en forma de ajuste aún más duro por parte de las instituciones acreedoras. Con todo, el positivo resultado final es el de una Eurozona que sigue caminando hacia el futuro con todos sus miembros y, además, con unos mecanismos de aseguramiento y garantía que, aunque perfeccionables, previenen contra futuros reveses y eventuales crisis. Otra enseñanza es que la solidaridad europea ha funcionado, una vez más, aunque en esta ocasión con el planteamiento práctico de los préstamos, complementario del más tradicional de la política de cohesión. Para la Eurozona, para la UE y, obviamente, para Grecia en especial, el reto es encontrar un camino de desarrollo económico e inclusión social, al calor del estímulo fiscal y monetario.