viernes, 11 de abril de 2025

Hay un gallego en la luna que ha crecido en Avilés


A Damián Barreiro Maceiras, in memoriam

Años noventa del siglo pasado. Antroxu avilesino en su apogeo. El Descenso de Galiana era de otra manera, gamberro, quizás más inseguro, pero muy popular. Recuerdo algún conato de motín en los exteriores del pabellón de La Magdalena, con final feliz. O que la Policía Local (esto no sé si fue leyenda) pasaba controles de alcoholemia en el recorrido. Y un dato para presumir: se retransmitía en directo por una tele local, Canal 21, cuando la TDT o la TPA no eran más que utopías. Cerca de aquí, la Televisión de Galicia llevaba ya una década emitiendo programas y contenidos propios.

Cuando la espuma bajaba de nivel, salíamos de nuevo al Parche a disfrutar de la entrega de premios y la verbena. En una de esas noches musicales actuaba Zapato Veloz, el grupo que lo petaba (el verbo es también de la época), con dos asturianos, un gallego y un Tractor amarillo, aunque algunos preferíamos la Pandeirada sideral, esa del gallego en la luna que ha venido del Ferrol.

En fin de año nos reuníamos un buen puñado de gente en las fiestas de Nochevieja del Lar Gallego. Creo que aquellos años fueron buenos, aunque un observador presentista (incluidos algunos de mis amigos) solo vería alegalidades varias y demasiada troza. Ahí siguen el Lar Gallego, la Taberna Gallega y el mesón Rías Baixas, a los que se han sumado la pulpería A Feira (antigua confitería San Francisco) o La Quinta (el añorado cine Marta y María). El círculo astur-galaico funciona.

En la comarca de Avilés se había inaugurado un poco antes la acería LD-III, símbolo de la reconversión siderúrgica. También la Dupont recalaba en esta tierra “porque hemos encontrado las condiciones que buscábamos: ética del trabajo, infraestructura y ubicación”. Son palabras textuales de Edgar S. Woolard, presidente a la sazón de la multinacional. Repitámoslas despacio: ética del trabajo, infraestructura y ubicación. Hoy podríamos añadir la sostenibilidad ambiental, para que pongamos en valor la potencia industrial de nuestra tierra, antes, ahora y siempre, compatible con la preservación del medio natural. Galicia también, si no lo estropean con alguna iniciativa arrasadora.

Damián Barreiro Maceiras había nacido en A Estrada, en el corazón de Galicia, no muy cerca del mar, pero tampoco tan lejos como para obviarlo. Tierra profunda, tanto como sus ríos. Es curioso que, con todo lo que nos une a gallegos y asturianos, ciertas vertientes gastronómicas no las compartamos (sirvan la pesca y el cocinado de la lamprea como ejemplo, o los oricios, bastante más apreciados por aquí).

Los apellidos delatan a Damián. No podría -ni quería- negar su origen gallego, evidente y casi epifánico. Pero esta identidad de nación estaba al nivel de importancia que la otra de pación y pasión por Asturias. No le gustaban los lugares comunes, ni los eslóganes sin nada debajo, pero hay una expresión que, a mi modesto entender, le encaja como anillo al dedo, analizando su biografía profesional.

Damián se licenció en Periodismo en la Universidad del País Vasco, completó un máster en la Universidad Oberta de Catalunya y terminó de formarse en la Universidad de Oviedo y en la Academia de la Llingua Asturiana. Fue un ciudadano de esa España plural que existe y está viva. Una España con varias lenguas e historias, aunadora de peculiaridades culturales, políticas, económicas y sociales. Una España que pide superar el uniformismo y las estrecheces del cinturón de la M-30. También en la televisión.

La familia de Damián eligió Avilés para vivir y él volvió a optar por nuestra villa al acabar sus estudios, convirtiéndose en un asturiano más. Aquí pergeñó varios de sus libros y grabó los contenidos de su canal de Youtube Horros y frixuelos, con camisetas de sus admiradas Rosalías (De Castro y la otra) y, por supuesto, la Santina de Covadonga.

En esos vídeos nos mostraba con humor punzante todo lo que somos como pueblo asturiano, pero también todo lo que aún podemos ser, si queremos, sabemos y nos dejan. Hablaba de lo mucho que aparentamos y presumimos fuera, pero de lo poco que hemos hecho en común a lo largo de los siglos, embebidos por el localismo, explicable en parte por la geografía, pero poco justificable. Este problema lo advirtió hace más de un siglo Ortega y Gasset (“los asturianos se sienten región, pero no se saben región”) y lo remarcó el presidente Rafael Fernández (“nuestro regionalismo es claro cuando estamos fuera de nuestra tierra; dentro, la cosa ya es de un localismo feroz”). Este fenómeno de la renuncia histórica lo han estudiado con profusión, entre otros, Patrick W. Zimmerman (gracias por la recomendación, Damián), David Guardado (que retrocede hasta la Edad Media) o Carlos Gordon (para los tiempos de la II República). Antes, Juan Cueto o Pedro de Silva, por citar solo dos referencias ineludibles.

En sus vídeos y libros, Damián pone el ingrediente necesario para que nos demos cuenta de que la moda asturiana, incluido el traje del país, puede ser un punto de fuga innovador. Recordemos el bombazo de Rossy de Palma en el pregón de El Bollo, vestida por Kös y publicitada en todo el mundo por Jean-Paul Gaultier. ¡Casi nada!

Con permiso de su amigo Rodrigo Cuevas, solo Damián sabía hilar tan fino como para conectar la asturianía tradicional con el festival de Eurovisión, anteriormente conocido por sus canciones… y ahora por todo lo demás. Se preguntaba con razón por qué siguen primando las candidaturas españolas con cierto estilo del sur (contra el que no hay nada malo que decir), pero queda coja la vertiente -también española- del folklore celta en general y asturiano en particular. Estaba indignado con la exclusión de Tanxugueiras, sobre la que tenía su hipótesis, seguro que no alejada de la realidad. Ese galleguismo pop lo envidiaba para Asturias, a pesar de que talento y categoría nos sobran por estos lares. ¿Nos acordamos cuándo mucha de la sidra era puxarra y las botellas ni llevaban etiqueta? Pues hoy tenemos denominación de origen protegida y nuestra cultura sidrera es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Querer es poder.

Damián adoraba lo kitsch, o sea, todo lo de “estética pretenciosa, pasada de moda y considerada de mal gusto”, según el Diccionario de la lengua española. Hasta le dedicó una monografía y con ese texto logró el Premio Máximo Fuertes Acevedo de ensayo en asturiano, un galardón que ya había obtenido en dos ocasiones anteriores, con Caleya Sésamu y Asturploitation. La televisión no era para Damián la “caja tonta”, sino un medio con un potencial enorme para fines de comunicación, divulgación y promoción, además de un yacimiento de renta y empleo, alrededor de la creación propia. La tele es L'espeyu onde miranos, por usar otro título de sus libros , en este caso, reconocido con el Premio Fierro Botas de ensayo.

Sobre el cine, Damián también nos rescató algunas míticas películas rodadas en Asturias, caso de Altar mayor (1944) o La montaña rebelde (1971). La primera estaba basada en la novela homónima de Concha Espina, rodada en Covadonga y con uno de los papeles principales para María Dolores Fernández Pradera (sí; la Gran Dama), madrileña de nacimiento, pero con orgullosos orígenes asturianos por parte de padre. Aún me queda su recuerdo en el Teatro Campoamor de Oviedo, con una elegancia suprema y ya más de ochenta años, entonando una vaqueirada a capela. Una delicia.

En 2022, Damián fue invitado a participar una mesa redonda en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea), dentro de un ciclo de conferencias dedicado a los primeros cuarenta años de autonomía asturiana. Hizo una brillante intervención sobre la lengua asturiana, defendiendo sin ambages la oficialidad, con argumentos culturales, lingüísticos y económicos. Uno puede estar de acuerdo o no con sus reflexiones, como con otras tantas cosas en la vida. Pero quien trate de rebatirlas no podrá servirse del titular facilón, sino que tendrá que armar una defensa con datos y rigor. Reivindico los debates de este tipo en el parlamento, en la tele y en el chigre. Con cortesías, buen tono y sensatez, no con facciones irreconciliables, aplausos a la tribu o insultos. Habrá quien los considere más aburridos o menos virales, pero me parece que son más útiles.

El libro que editó el Ridea lleva las sabias palabras de Damián. Me permito reproducir un extracto, a modo de reflexión postrera, casi de epitafio, porque creo que resume su opinión sobre una cultura, la asturiana, que sigue esperando por su autonomía :

«Un pueblu defínese poles manifestaciones populares que les persones producen, nes que la población participa de forma activa y que son resultáu d’una interacción continua. La cultura popular tresmitióse a lo llargo de los sieglos y de xeneración en xeneración de forma oral, pero nel mundu postindustrial una cultura nun pue vivir namás del folclor. El so conteníu va tar determinao poles industries que xeneren el material cultural, como son el cine, la televisión, la radio o les editoriales. Una cultura nunca ta definitivamente construída y nunca ye dalgo ciarrao: depende de procesos abiertos. Les polítiques de cultura y de comunicación lleven al conocimientu, a la promoción de valores y a la meyora de la calidá democrática d’una sociedá, pero tamién a la modernización de la industria productiva y a la busca de sectores económicos nuevos, amás de ser una fonte de cohesión social».

Damián nació gallego y murió gallego… y asturiano. Se hizo de aquí a fuer de haber visto las primeras luces en Galicia, para terminar de apagarse en la calle de Las Alas o del Moclín. Un mítico bar que conocí con una colección de aparatos de radio, lo transité después entre amigos y música, para luego verlo cerrar, aunque no caer, contra todo pronóstico gravitacional. Ahí sigue su estructura y creo que Damián me apoyaría en la manifestación para que algún día vuelva por sus fueros. Ese rincón de Avilés tiene algo muy querido para mucha gente. Por ahí estuvieron en diferentes tiempos El Llagarón y La Parra, la muralla y los alfolíes. Hoy ese corazón medieval espera mejores días, para retomar su vida y reencontrarse con la ría, a la que nunca debió volver la espalda.

El callejero de Avilés tiene evidentes guiños a Galicia. Empezando por la propia calle Galicia, en La Carriona. O la del Cabo Ortegal, en Llaranes, donde también está el Río Eo, como unión entre las dos orillas. La Avenida de Lugo es la antigua carreta general y también espera tiempos mejores. En el núcleo urbano sobresale la figura de Concepción Arenal, universitaria pionera, referente feminista y jurista acreditada. A la inversa, son innumerables las notas asturianas en calles de Galicia, lo que nos daría para otro capítulo. Como epítome de todas ellas, cito la Avenida de Asturias, una de las principales entradas a “la llonxana Compostela, stela, stela”, en versos del irlandés Seamus Heaney, Premio Nobel de Literatura, enamorado de Asturias y del pueblo de L’Arena en particular. Cuando el rey Alfonso II inició el Camino como primer peregrino oficial, no podría siquiera imaginar el éxito de la ruta jacobea doce siglos después.

En este país enterramos muy bien. Lo dice mucha gente (Rubalcaba, por ejemplo) y es verdad. En cambio, se nos da mal elogiar en vida (“es tu obligación hacerlo bien”, se suele decir). Hacemos excelentes panegíricos de los muertos, hayan sido buenos, regulares o malos en este lado del éter. Nunca fui a un tanatorio o a un funeral en el que se hablase mal del fallecido. Nunca sueles ver en la tele un finado del que no se diga algo bueno, incluso cuando se trata de un asesino o un dictador.

Nos alerta Héctor Abad Faciolince sobre “el olvido que seremos”. No cabe duda sobre ello. Pero me resisto a que lo injusto de una muerte tan inesperada y pronta sea causa para mandar al ostracismo a quien acumuló méritos personales y profesionales tan valiosos en su vida, como es el caso de Damián Barreiro Maceiras. Suscribo a Paco Ignacio Taibo I, cuyas memorias nos invitan a “parar las aguas del olvido”, con un sutil regusto a la gallega Rosalía En las orillas del Sar. Modestamente, es lo que he intentado.

Hasta siempre, Damián. Como en el tablao de Curro el Palmo que cantaba Serrat, allá donde estés habrá una verbena asturiana o gallega -tanto da- con orquesta en el prau, tonada y muñeira. Y seguirás entonando por celestiales con Xosé Manuel Piñeiro, Ana Kiro o La Pastorina. Igual hay suerte y tienen bolos Diamantina Rodríguez, el gaiteru Llibardón o el tambor de la Abadía.


«Con brisas yo,
tú con vientos,
nos va llevando la vida
como un faro al mismo puerto»

(Ana de Valle)

«La cándida abubilla bebe en el agua mansa
donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa
beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa
las aguas del olvido, que es de la muerte hermano»

(Rosalía de Castro)
 
 
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Referencias bibliográficas (Damián)
  • Barreiro Maceiras, D. (2023). Asturianía kitsch. Decálogu de la cultura pop astur. Xixón: Impronta.
  • Barreiro Maceiras, D. (2022). “Una cultura esperando pola so autonomía”, en Fernández Llera, R. y Rodríguez-Vigil Rubio, J. L. (dirs.). Historias y prospectivas sobre cuarenta años de autonomía asturiana. Oviedo: Real Instituto de Estudios Asturianos / Ediciones Trea, pp. 315-322.
  • Barreiro Maceiras, D. (2019). Asturploitation. Uviéu: Trabe.
  • Barreiro Maceiras, D. (2015). Caleya Sésamu. El papel de la televisión na tresmisión interxeneracional d’una llingua. Xixón: Impronta.
  • Barreiro Maceiras, D. (2014). L’espeyu onde miranos. Televisiones de proximidá n’Europa Occidental y procesos de recuperación identitaria. Uviéu: Trabe.
Referencias bibliográficas (otros autores)
  • Cueto Alas, J. (1977). Los heterodoxos asturianos. Salinas: Ayalga Ediciones.
  • De Silva Cienfuegos Jovellanos, P. (1976). El regionalismo asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones.
  • Gordon Rodríguez, C. (2024). ¡Esperemos! Así nos lo mandan. El debate sobre l’estatutu asturianu na II República. Uviéu: Trabe.
  • Guardado Díez, D. (2023). Nunca vencida: una historia de la idea d'Asturies. Xixón: La Fabriquina.
  • Zimmerman, P. W. (2014). Faer Asturies. La política llingüística y la construcción frustrada del nacionalismu asturianu (1974-1999). Uviéu: Trabe.


Publicado en El Bollo, 2025
 
 

miércoles, 15 de mayo de 2024

Las cuentas de Redondo, Galicia y Asturias


Se jubiló José Antonio Redondo López, conselleiro maior del Consello de Contas de Galicia entre 2015 y 2023, a quien conocí desempeñando las máximas responsabilidades en nuestros respectivos órganos de control externo (OCEX). Un tiempo suficiente para distinguir a un maestro en lo suyo, un líder con sentidiño y una persona excepcional.

Los OCEX ocupan un papel central en la arquitectura institucional de las comunidades autónomas. Su habitual reconocimiento en los estatutos de autonomía les otorga una incuestionable legitimidad democrática en origen, a la que se añade la elección parlamentaria reforzada de sus miembros, con garantías de independencia y exigencias técnicas. De otro lado, la legitimidad de ejercicio de los OCEX se plasma cada día en informes de fiscalización y asesoramiento a los que, en el caso gallego, se añaden las actuaciones en materia de prevención de la corrupción.

Evoco a Unamuno cuando decía “inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”. En ese sentido, bajo la presidencia de Redondo, el Consello de Contas ha sabido inventar, con unos recursos siempre escasos, compensados con una eficaz dirección y un valioso desempeño del personal. Parafraseando ahora a Ghandi, no hay camino para la calidad; la calidad es el camino. Es la manera de ser útiles a la sociedad a la que servimos.

Como bien sabemos, España es un Estado cuasifederal en la práctica, aunque todavía debemos pulir esquinas y engrasar instrumentos de coordinación y cooperación. Pues bien, en el control externo nuestra cooperación multilateral se formaliza en la Asociación de Órganos de Control Externo Autonómicos (Asocex) que, a su vez, se incardina en la coordinación con el Tribunal de Cuentas. Sin exageración, creo que ambas modalidades son de las cosas que mejor funcionan en el Estado de las autonomías. Y José Antonio tiene mucho que ver en ello. Así lo demostró cuando ejerció como presidente de Asocex entre 2022 y 2023, promoviendo la aprobación de valiosas guías prácticas de fiscalización o poniendo en marcha las comisiones de Formación y Digitalización.

Con José Antonio Redondo también comparto la condición de profesor universitario. No osaré resumir sus vastos méritos académicos, pero me basta constatar que es un reputado especialista en finanzas y un pionero de la disciplina. Destacaré solo una aportación, de la que me consta que se siente muy orgulloso. Cuando España apenas despertaba de aquella “longa noite de pedra”, al decir de Celso Emilio Ferreiro; cuando la economía mundial se resentía de las crisis del petróleo; cuando las bibliotecas digitales o la inteligencia artificial eran ciencia ficción, el profesor Redondo nos descubrió un revelador libro: La medida del beneficio en inflación: contabilidad, economía y aspectos financieros, de Goldschmidt y Admon. Pues aquí seguimos, preocupados por los efectos de la inflación, cuatro décadas después.

Finalmente, como asturiano, me siento primo y hermano. La relación entre mi tierra y Galicia va mucho mas allá de la vecindad administrativa y de la historia en común. Aquí recaló hace doce siglos Alfonso II, rey de Asturias, considerado el primer peregrino oficial. En la plaza de la catedral de Oviedo está su estatua conmemorativa, cuya réplica encontramos en el corazón de Compostela.

La amistad entre nuestras dos comunidades autónomas es un hecho, dentro de la lealtad a España y al proyecto europeo. Compartimos preocupaciones, por ejemplo -y no es asunto menor- en la financiación autonómica. Aprovecho para poner en valor esa alianza estratégica de 2021, suscrita por ocho gobiernos de comunidades autónomas.

Asturias es “el más europeo de los reinos españoles”, afirmó Salvador de Madariaga, coruñés universal. El excelso Cunqueiro nació en Mondoñedo, pero concibió parte de su obra en la villa asturiana de Luarca. Y Galicia y Asturias compartimos a los dos poetas que han escrito con más sentimiento a la emigración, un fenómeno social y económico que conocemos muy bien en ambas tierras. El ourensano José Ángel Valente, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, advirtió que “lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido”. El gijonés Alfonso Camín, Hijo Predilecto y Poeta de Asturias, habló de la sidra como “canción de Asturias, nostalgia y armonía; el corazón maduro con la ansiedad bravía”. Por cierto, si no hay imprevistos, este año la cultura sidrera asturiana será declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. 

Echamos de menos a José Antonio en el sistema de control externo, pero su legado permanece y trataremos de darle continuidad, también desde la Sindicatura de Cuentas del Principado de Asturias. En la universidad, estoy seguro de que el profesor Redondo nos seguirá brindando su magisterio en los foros académicos. Y, cómo no, desde Asturias le seguiremos enviando todo el cariño a él y a su familia. 
 
 
 Publicado en La Voz de Galicia el 15 de mayo de 2024