Para empezar, ¿por qué las peores letras están al final del alfabeto, sobre todo las cuatro últimas? No sé si por su fealdad o porque son las que menos se usan en castellano. Supongo que por lo segundo o, ¿acaso es más agraciada la a, con su soberbia de ser la primera, que la siempre caliente y oculta x? Más aún: ¿quién y cuándo determinó que el alfabeto debía comenzar por una y no por otra? ¿No es incluso un poco arrogante el propio nombre de abecedario? Puede que sí, aunque se entiende, ya que sería casi imposible llamarlo “xyzonario” o algo parecido.
¿Por qué no tenemos nombre para las cosas que empiezan, sin que aún hayan terminado las que acaban? Esto es muy de Ángel González: “te llaman porvenir porque no vienes nunca”. Pero se lo podemos aplicar a una era posmoderna, a un periodo posoperatorio o a eso que ahora llaman posverdad y que, en realidad, debería denotarse por mentira o manipulación, dos viejas conocidas del diccionario.
¿Quién adiestra al corrector de los procesadores de texto? Es verdad que muchas veces nos sacan de apuros, con tildes o mayúsculas. Pero en otras ocasiones nos meten en líos importantes, como cuando las administraciones públicas pasan a ser púbicas o pélvicas, imagino que refiriéndose a la Consejería de Sanidad. Yo mismo convertí a un catedrático en pandillero y a una técnica de informática en mafiosa. Ya me han perdonado por ello (creo).
¿Y los anglicismos? Ayer me dijo mi coach que no me conviene el partner que tengo en mi networking porque en el briefing para elegir nuestro target se distrae mucho con su nueva startup. En la tele escuché que la nueva fragance for men encaja muy bien si vas conduciendo un crossover. Me entraron ganas de hacer un fake con la cara del presidente Trump o de tomar un potente brunch con mis friends después de salir a correr (lo de runners ya me niego siquiera a ponerlo). Ni así podría volver a estar happy. Como lectura recomendada, cualquiera, pero, por lo dicho aquí, el clásico 'Filosofía y lenguaje', del sabio Emilio Lledó. Y, por supuesto, visitar más las páginas web de la Real Academia Española y la Fundéu.
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