jueves, 23 de junio de 2016

Un libro abierto es un cerebro que habla

De izquierda a derecha, coordinador, rector, síndico mayor y catedrático
FOTO: Mario Rojas (El Comercio)

Hace tres años presentábamos en el Aula Magna del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo el libro Impuestos para todos los públicos. Esta semana volvimos a la misma sede para presentar el libro Economía del gasto público para mayores de edad, editado por Aranzadi (Thomson Reuters), con la colaboracion del Consejo Económico y Social del Principado de Asturias.

El acto estuvo presidido por el rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, quien citó un proverbio hindú muy apropiado para el caso: "Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora". También participaron en la mesa el síndico mayor de la Sindicatura de Cuentas del Principado de Asturias, Avelino Viejo Fernández y el catedrático de Economía Aplicada, Javier Suárez Pandiello. Para los tres no tengo más que agradecimiento por su amables y cariñosas palabras, hacia mí y hacia el libro.

En lo que sigue, hay una tribuna de opinión publicada en La Voz de Asturias (¡de vuelta!) que resume mi intervencion en el acto de presentacion. Al final, un dossier de prensa y varias fotos.

Economía del gasto público para mayores de edad

Toda persona es contribuyente y beneficiaria del gasto público desde que nace. Por eso, resulta ineludible adquirir un umbral mínimo de formación para alejar demagogias o insensateces, explotadas por quienes utilizan el conocimiento con fines poco loables. Debemos ser “mayores de edad” para imprimir algo de seriedad en todo debate público, dirigiendo esta constructiva reprimenda a quienes hablan desde el atrevimiento de la ignorancia o desde el atril de la promesa vacía. Si algo tenemos que pretender es “que el rigor no se pase de moda y que los argumentos nos doren la piel”, parafraseando a Sabina.
Es evidente que una nueva autovía produce un beneficio social, pero quizás no sea suficiente para compensar la inversión, el daño ambiental o el coste de oportunidad. Ya Flórez Estrada criticaba en su Curso de Economía Política “los consumos de lujo” y “los gastos hechos para impedir o comprimir los progresos de las luces”. En lenguaje actual: los despilfarros y los gastos culpables de postergar la educación pública.

Otro ejemplo. Cuando se afirma que “hay que reducir el gasto corriente y aumentar la inversión pública”, ¿se quiere decir que hay que bajar el sueldo al personal sanitario y, en cambio, seguir construyendo nuevos hospitales? Y otro más: ¿debemos subir las pensiones de jubilación o mejorar la red de residencias? De nuevo, la respuesta, depende de nuestras preferencias, pero también de criterios rigurosos de evaluación. Con seguridad, el único que no tiene razón es quien afirma querer hacer todo a la vez y, además, bajar impuestos y reducir el déficit. La cuenta, así, no sale.

El gasto público no es un problema en España por excesivo: 43,3% del PIB en 2015, cinco puntos por debajo de la media de la Eurozona. En todo caso, el tamaño del sector público no es un dogma, sino una cuestión de preferencias sociales que van mutando y se sustancian sobre renovados acuerdos políticos. Hay que decirlo una vez más: el gran problema de la Hacienda Pública española son los ingresos, sobre todo los impuestos, ya que no alcanzan para financiar el gasto público. Las causas se conocen (en síntesis: economía sumergida, fraude fiscal y mal diseño de ciertos tributos) y por eso hay que atacarlas de raíz y sin dilación. La nefasta consecuencia es que todos los años se genera un déficit estructural considerable.

Frente a la actuación habitual de estimar los ingresos para aproximar el gasto que se podrá ejecutar, el sector público tiene la ventaja de que puede hacerlo a la inversa. Pongámonos políticamente de acuerdo en qué y cuánto queremos gastar, tratando después de allegar los recursos necesarios para ello, determinando qué impuestos subimos, a tenor también de nuestro margen de endeudamiento. Las consecuencias de ambos procedimientos son muy diferentes. Además, hay otros tres grandes retos para el gasto público en España: eficiencia, economía y equidad. Los tres son mandatos constitucionales y los tres deben formar parte de esas orientaciones básicas.

Gastar es gobernar y gobernar es gastar. Si hay algún ámbito donde la política y la economía se dan la mano, ese terreno es el del gasto público, con permiso de los impuestos, con los que hay que trabajar en simbiosis. Por ello, debemos apostar por un modelo de gasto que no ponga en riesgo el propio sector público, pero que al mismo tiempo sea suficiente para promover el progreso social y el desarrollo económico. No hay que olvidar que las políticas públicas se despliegan para mejorar la calidad de vida de las personas y que cualquier cosa que se haga mal ahora, repercutirá tarde o temprano.

Por todo lo dicho hasta ahora, la Universidad debe seguir haciendo esa investigación que Tomás y Valiente calificó de “inútil” (sic), no por su irrelevancia, sino porque reporta escaso fruto académico y retributivo al investigador, pero resulta imprescindible para reivindicar la historia, promover la cultura y educar a una ciudadanía que demanda análisis asequibles del mundo. La Universidad de Oviedo siempre ha sido un buen ejemplo en este sentido, desde aquel Grupo de Oviedo y aquella primera Extensión Universitaria que hoy sigue buscando nuevos horizontes. Por eso es importante que se debata y se escriba con valor, en la doble acepción de valentía y utilidad.

Tenemos que repensar los fundamentos del gasto público en la economía, incorporar plenamente el paradigma de la estabilidad presupuestaria, reforzar el control en todas sus extensiones y hacer más transparente el papel de la opinión publicada, para no engañar ni confundir. En lo que se refiere al Estado del Bienestar, la apuesta es porque la Unión Europea siga siendo la referencia en el mundo, aunque son necesarias algunas correcciones, sin dañar la esencia del sistema. España en concreto tiene aquí grandes desafíos, pero uno muy importante se observa en cada extremo vital: las escuelas infantiles y el cuidado de nuestros mayores, sobre todo cuando son personas con dependencia. Estas líneas de avance se relacionan con la estructura del mercado laboral y con una conciliación que todavía corre contra las mujeres.

Otras parcelas de gasto público también son decisivas porque nos jugamos derechos fundamentales y libertades públicas. Así, son vitales para la democracia la defensa nacional o la financiación de procesos electorales y partidos políticos. Finalmente, tampoco podemos olvidar el territorio como parámetro, sumando las dimensiones local, autonómica, estatal y europea del gasto público. Todo esto es mejorable, pero en modo alguno prescindible.

En estos días de incertidumbres y ansias de dejar atrás una crisis demasiado duradera e injusta, el gasto público puede ser parte de la solución, si se sabe actuar con altura de miras y rumbo claro.
(publicado en La Voz de Asturias el 30 de junio de 2016)

DOSSIER DE PRENSA

Previas
Posteriores

 

No hay comentarios: