En el número 8598 del Diario La Ley (4 de septiembre de 2015) me publican un artículo doctrinal sobre la crisis griega. A continuación, transcribo el resumen y mi opinión. El artículo completo está AQUÍ y AQUÍ.
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La profunda crisis de Grecia está siendo una dura
prueba de resistencia para este país y para el proyecto del euro. Por
primera vez, se llegó a plantear la posibilidad real de salida de un
Estado miembro de la Eurozona, aunque finalmente este riesgo ha sido
conjurado. En julio de 2015 Grecia solicitó formalmente un tercer
rescate, no sin antes haber convocado un crucial referéndum sobre la
anterior propuesta de medidas de ajuste. En el trabajo se repasan
críticamente la secuencia de acontecimientos y las diferentes
alternativas, utilizando un enfoque combinado de análisis jurídico,
económico y politológico. Tras desechar las posiciones más radicales y
extremas, se ponen en valor los logros de la construcción europea, con
especial énfasis en la moneda única y los nuevos mecanismos de
aseguramiento.
Opinión
La crisis griega está siendo en buena medida una crisis del euro. En esencia, esto no sería más que la constatación de una realidad jurídica, política y económica: si un socio de un área monetaria sufre, lo hace el conjunto. Y no importa tanto su tamaño como el hecho mismo del padecimiento y las consecuencias sobre la credibilidad del proyecto común. Los acontecimientos de 2015 se han parecido a las fases de un juego de estrategias (cosa lógica), aunque también a una partida trufada de posiciones extremas y amenazas (esto ya resulta mucho menos gratificante). El gobierno griego ha querido, legítimamente, elevar su voz frente a un puro ajuste contable de su deuda, destacando las evidentes consecuencias económicas y sociales que tan duro recorte conlleva. En el otro lado, con su propia legitimidad, las instituciones acreedoras han querido velar por sus intereses (en la doble acepción del término), pero sin dejar caer al socio griego. De esa legitimidad se pasó con rapidez a la deslealtad, con un referéndum convocado por el gobierno griego en plena negociación y con una respuesta en forma de ajuste aún más duro por parte de las instituciones acreedoras. Con todo, el positivo resultado final es el de una Eurozona que sigue caminando hacia el futuro con todos sus miembros y, además, con unos mecanismos de aseguramiento y garantía que, aunque perfeccionables, previenen contra futuros reveses y eventuales crisis. Otra enseñanza es que la solidaridad europea ha funcionado, una vez más, aunque en esta ocasión con el planteamiento práctico de los préstamos, complementario del más tradicional de la política de cohesión. Para la Eurozona, para la UE y, obviamente, para Grecia en especial, el reto es encontrar un camino de desarrollo económico e inclusión social, al calor del estímulo fiscal y monetario.
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