Felicito a
LA VOZ DE AVILÉS por la magnífica idea de la
encuesta de opinión cuyos resultados conocemos ahora. El periódico sigue demostrando su compromiso con esta ciudad y esta comarca, planteando debates estratégicos, apoyando las buenas iniciativas y denunciando injusticias cuando también toca hacerlo.
Observamos que el 81% de las personas encuestadas considera la situación económica y laboral de Avilés como “mala o muy mala”. Nada sorprendente, teniendo en cuenta que
Avilés no es una isla en la mar de una crisis que lo ha inundado todo y de la que sólo hemos cumplido los seis primeros años. Falta mucho para salir del metafórico agujero en el que fuimos cayendo desde 2008. Podemos incluso llegar a creer que se acabó la recesión (esto es, la caída), pero no tenemos siquiera una escala para subir de nuevo a la superficie. No obstante, peor todavía es no saber lo que nos espera “ahí fuera”, como si de un ‘expediente X’ se tratara.
Nos dice también la encuesta que
85 de cada 100 personas se consideran afectadas por la crisis. Tampoco sorprende. Pienso en que ahí están los jóvenes que abandonaron sus estudios para ganar dinero en la construcción (hoy están parados y carecen de cualificación para acceder a otros sectores). Me acuerdo de los titulados universitarios que van al desempleo, a la precariedad o a la emigración forzosa. Tengo un momento para quienes cumplieron los 50 años y se topan con el drama probable de no volver a trabajar nunca más. O en las personas que tienen que recurrir con desesperación –y un punto de vergüenza- a los servicios sociales municipales o al salario social. Por no hablar de quienes perdieron casa, negocio o ahorros, consumidos por una recuperación que no llega y unas previsiones oficiales que no se cumplen. En el mejor de los casos, quien hoy trabaja estará ganando bastante menos que hace unos años.
Mientras, la comarca pierde población, ocupada, activa y total. Poco consuelo es tener una tasa de paro más baja que la media asturiana, a su vez, más baja que la media española, pero todas ellas insufribles. El paro registrado en febrero de 2014 supera las 12.000 personas entre Avilés, Castrillón y Corvera, cuando en febrero de 2008 era la mitad. Y lo peor es el desánimo personal, el de quien dejar de ser parado para ser inactivo o simplemente persona sin anhelos. Algún colega economista dirá que perdemos “capital humano”.
Yo prefiero decir que perdemos personas. Nada más y nada menos.
Pero, sin duda,
el enemigo demográfico en Avilés se llama envejecimiento. Se palpa en un paseo por la calle y lo certifican los padrones. La longevidad con buena salud es excelente y una señal de progreso. Denota una calidad de vida muy alta, lo cual en Avilés tiene mucho valor, puesto que veníamos de décadas de contaminación agresiva. Sin embargo, nos condena a un futuro poco halagüeño en términos de desarrollo económico y social. Si esta sangría no se detiene, a medio plazo no tendremos más que un bonito decorado y un recuerdo feliz. Como mera sugerencia parcial, me pregunto por qué no se promueve un uso más racional de las viviendas ya construidas, con el doble objetivo de generar actividad económica y atraer a nuevas familias.
Ante este sombrío panorama, no descuidemos lo positivo. Sigo pensando –como
Napoleón Hill- que los pesimistas y los optimistas se equivocan siempre, pero estos últimos son más felices. Debemos destacar las
ventajas comparativas de Avilés y seguir impulsándolas: situación geoestratégica con puerto, aeropuerto, carreteras y autovías; potente dotación de infraestructuras urbanas; servicios públicos esenciales de calidad; atractivos turísticos y programación cultural de primer nivel; paisaje complementario en los concejos de la comarca; patrimonio histórico-artístico monumental; una imagen internacional como el Centro Niemeyer. Y la industria.
Con todo lo que ha llovido –también en lo climático- lo cierto es que Avilés sigue teniendo un rasgo diferencial muy positivo en el hecho de contar con
cultura industrial y paisaje industrial. Ambas características están grabadas a fuego en el ADN colectivo y eso no se extirpa en ninguna operación de ajuste, por muy agresiva que sea la cirugía. No todas las comarcas españolas pueden seguir afirmando estas cualidades (ahí están Sagunto, Mondragón o Gijón, por poner tres desgraciados ejemplos). En la Comarca de Avilés tienen su sede multinacionales de referencia mundial, lo cual ya de por sí es un buena noticia, más aún cuando han confirmado su continuidad (esperemos que por mucho tiempo). A su alrededor han ido creciendo algunas actividades complementarias en el metal, el sector químico, la tecnología informática o los servicios avanzados. Es preciso ofrecer suelo industrial a precios atractivos para nuevas empresas y para las existentes. Sin olvidar que el puerto ampliado debe sumar tráficos de valor añadido y que la moderna rula debe seguir liderando los desembarcos del Cantábrico, mientras se exploran alternativas de negocio con el comercio, la hostelería y los emprendedores de la comarca.
De la encuesta quizás me llama la atención la insatisfacción generalizada con las personas que desempeñan responsabilidades políticas, algo que tampoco es exclusivo de Avilés, pero que me sigue pareciendo muy injusto con quienes demuestran trabajo y ganas por el servicio público.
Peor aún es el contundente resultado que los encuestados manifiestan con respecto al supuesto “olvido” de Avilés por parte de otras Administraciones Públicas (se destacan infraestructuras como la eliminación de la barrera ferroviaria o los accesos al Parque Empresarial y al puerto). La creencia de una supuesta discriminación hacia Avilés está muy arraigada, si bien la realidad, a mi modesto juicio, no es tan contundente. La limpieza de la Ría de Avilés es la prueba de que
la colaboración leal entre gobiernos sólo produce alegrías. Es cierto que no son tiempos para grandes inversiones, aunque sí para sensatas planificaciones, una tesis aplicable a tres casos prácticos: la unidad de los concejos de la comarca, el impulso al casco histórico (solicitando ser Patrimonio de la Humanidad) y el despliegue paulatino de la Isla de la Innovación.
Si volvemos la vista atrás 20 años, comprobamos el
indiscutible avance de Avilés en cuestiones ambientales (de los fangos tóxicos al paseo fluvial), turísticas (de la marginalidad a la colaboración comarcal) o patrimoniales (del declive a la rehabilitación). Con todo, una ciudadanía democrática tiene que exigir de la Política que ofrezca soluciones y que no enquiste los problemas.
En definitiva, tenemos motivos para un moderado optimismo (sin moderación sería pura fantasía). Como escribió
Sánchez Calvo “negar los hechos a despecho de los mejores testimonios […], implica la más grande ignorancia unida a la soberbia más monstruosa”. El filósofo avilesino se refería a lo “sobrenatural”, aunque no por ello imposible de realizar. Hoy por hoy, lo que parece sobrenatural es la salida de esta crisis, pero por eso mismo es preciso insistir en propuestas valientes, cada uno desde su parcela personal, profesional o pública, sin desfigurar el objetivo común.