Un año más, Paz Andrés me invitó como ponente al curso sobre la UE que ella misma dirige en La Granda, junto a Gil Carlos Rodríguez Iglesias. Este año el título era muy propio de los tiempos que vivimos: Hacia una renovada unión económica europea tras la crisis del euro. A mí me tocó hablar de "Las nuevas reglas sobre el déficit y la deuda". En este enlace, en este y en este están los resúmenes de prensa de mi intervención.
Lo que sigue es la crónica-resumen de todo el curso, escrita por Saúl Fernández para La Nueva España.
El continente, sin riendas, se desboca. Y todo apunta a que, al final, hay un acantilado. La crisis del euro -la moneda única- ha transformado la Unión Europea en una suma de países y no en una unión de naciones; esto es lo quesostienen buena parte de los expertos que atendieron la llamada de los catedráticos Paz Andrés y Gil Carlos Rodríguez, codirectores del curso «Hacia una renovada unión económica europea tras la crisis del euro», que se desarrolló esta semana en el chalé de La Granda, la sede social de la multinacional Arcelor-Mittal.
Desde el estallido de la recesión (en el último trimestre de 2008) la política económica parece que crece al loor del sálvase quien pueda. En el seminario que se despidió el jueves pasado, los ponentes detectaron los síntomas de la crisis y propusieron soluciones para sacar la cabeza del mar de números rojos sobre los que naufraga el continente este último lustro.
El Banco Central Europeo (BCE) tiene la solución de los problemas que acucian a los socios europeos. Los expertos insisten en la idea de que los Estados miembros tienen que permitir a la institución financiera que lance el salvavidas a las naciones con el porvenir más oscuro. «Lo que ha mostrado esta crisis es que la Unión Europea (UE) no tiene suficientes competencias para hacer frente a una situación como esta de modo satisfactorio», declaró el catedrático Gil Carlos Rodríguez en la primera sesión del seminario.
César Rodríguez, también catedrático, apuntó al mismo blanco: «Hay que cambiar los estatutos del Banco Central para que pueda actuar en auxilio de los estados en situaciones de emergencia». La profesora Carmen Benavides recalcó: «La situación actual requiere que el Banco Central Europeo tenga más funciones de las que tiene: debe actuar como un banco central. Además debería reforzarse la política económica. ¿Con un ministro de Economía único? Sí, pero con funciones propias: un ministro europeo, un presupuesto más fuerte, con los Estados pagando más. Así, cuando un estado tiene problema, el resto le puede mandar dinero».
El Tratado de la Unión Europea, el de Maastricht, entró en vigor en 1993. Preveía ya entonces la creación de una moneda única. Los Estados miembros acordaron en Madrid, en 1995, la creación del euro. Se puso en circulación el 1 de enero de 2002. La crisis presente es, según diagnosticaron los expertos de La Granda, la primera prueba de fuego de la moneda única. ¿La está salvando? Benavides apuntó en este sentido que se trata de «ir más más hacia Europa», o sea, más unidad europea.
«Es muy difícil construir una moneda propia cuando el Banco Central está manejado por un solo país. No es muy democrático. La política que recomienda Angela Merkel le beneficia a ella, pero perjudica al Sur», sentenció el catedrático César Rodríguez. ¿Cuáles son los problemas, pues? Un Banco Central Europeo corto de miras y sometido a los Estados más fuertes. ¿Y no puede ser de otra manera? Roberto Fernández Llera, investigador del Departamento de Economía, explicó: «La principal función del BCE es evitar que la inflación suba más de un 2 por ciento, pero no sólo esa. Es un instrumento de la Unión Europea y como tal debe contribuir a esa unión», subrayó. ¿Lo está haciendo? A la vista de lo dicho por César Rodríguez la respuesta es negativa.
Con todo esto, ¿fue buena idea crear el euro? La profesora Carmen Benavides respondió: «La creación de la moneda única, que es una idea de Jacques Delors, me parece una propuesta extraordinaria, pero el problema está en que la unidad económica y monetaria fue más monetaria que económica. Tiene dos patas: la política monetaria y la política fiscal. La monetaria se centralizó en el Banco Central Europeo y la fiscalidad quedó en manos de los Estados miembros. Cedimos parte de la soberanía en la cuestión monetaria, pero no fiscalidad. Nos dijeron: "Si tenéis algún problema, os ajustáis solos, no os vamos a ayudar". ¿Y por qué? Porque no hay un presupuesto fuerte. El presupuesto de la UE es del 1 por ciento del PIB. En los Estados Unidos oscila entre el 15 y el 25 por ciento. Así, cuando California tiene un problema, por cada euro que pierde el Estado le manda 0,35 centavos. A nosotros nadie nos manda dinero», se lamentó la profesora.
La crisis de 2008 llegó a una Unión Europa recién nacida, en lo que a política monetaria se refiere. La Eurozona (Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Portugal) es un club de Estados que voluntariamente han cedido parte de su soberanía (la monetaria) y así han eliminado sus respectivos bancos centrales (el Banco de España se ha quedado como una entidad auditora de cuentas de bancos). De ahí que los distintos gobiernos nacionales se muevan por la cuerda de la unidad monetaria con las herramientas prestadas por aquellos temidos «hombres de negro» de los que tanto habla Cristóbal Montoro, el Ministro de Hacienda.
La necesidad de liquidez obligó al Gobierno de España a acudir a la caja única europea. ¿De balde? Por supuesto que no. Hay un memorándum (en inglés) con 32 condiciones insalvables. Hay que recortar, hay que subir impuestos...
¿Dónde hay que hacer recortes? Eso es competencia de cada gobierno. El español ha preferido quitar la paga de Navidad de los funcionarios (un derecho consolidado por los trabajadores) en lugar «de devolver la misión española en Afganistán», señaló Fernández Llera. Gil Carlos Rodríguez lo dijo a su modo: «Tengo la percepción de que se están aplicando medidas propias de los tiempos de Reagan o Thatcher, aunque hay que matizar mucho. Efectivamente, en España da la sensación de que se está volviendo a los ochenta. ¿Hasta qué punto las medidas en sus detalles son consecuencia de una presión extranjera o son elección propia? Yo, desde luego, no lo sé». O sea, los expertos observan recortes más ideológicos que «inevitables», que es el mensaje que se trata de trasladar desde la Moncloa.
El viernes pasado la prima de riesgo estaba en 600 puntos, esto quiere decir, que España se tiene que financiar al 7 por ciento (1 punto como Alemania y seis más por efecto del descalabro de la economía). «No hay país que lo resista», apuntó Fernández Llera.
¿Hay posibilidad de salvación? Gil Carlos Rodríguez deja un pequeño hálito al porvenir: «Yo creo, aunque es una cuestión más de fe que de conocimiento, que el euro resistirá con más o menos dificultades. Lo que hemos visto es que se ha empezado a considerar la posibilidad de que se vaya abajo, así que eso no se puede excluir». Riendas, en suma, son lo que hacen falta.
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