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viernes, 12 de marzo de 2010
Elogio del buen camarero
La hostelería es una actividad económica curiosa en nuestro país. Los chigres y las cafeterías nos sirven como foro de encuentro social, de ligoteo, de merienda. Lugar para un café con las amistades, con el novio o la novia, para cerrar un negocio o para ver el fútbol de pago, aunque lo tengamos en casa.
Sin embargo, esa cara amable se ve injustamente manchada por cuestiones menos agradables, casi siempre protagonizadas por unos pocos que no representan a la mayoría. Un ejemplo es el humo del tabaco y lo insano que a veces resultan ciertos lugares (sobre esto ya escribí en una tribuna en LA VOZ DE AVILÉS el 14 de febrero, así que no me extiendo). Otras veces son peleas. En ocasiones la hostelería sale en la prensa por las jornadas leoninas de los currantes, por trabajadores y trabajadoras sin contrato, por rentas no declaradas o por ciertos negocios poco 'ortodoxos' (no concretemos más; todo se sabe). Pero insisto, unos árboles podridos no nos deben impedir ver el bosque de un sector que nos hace muy felices en nuestra vida diaria.
Hoy quiero hacer mención a eso que pomposamente se llama excelencia o calidad total y que yo resumo en una buena atención al cliente por parte de los hosteleros. No hace falta tener las mejores instalaciones, ni siquiera las materias primas más refinadas. Todo eso ayuda, no cabe duda, pero a mi juicio es mucho más importante encontrarte con una persona profesional y amable detrás de la barra, alguien que te atiende bien y hasta se acuerda de ti después de un tiempo sin haber ido por allí.
Ahí merece la pena volver. Al sitio que tenemos la obligación moral de recomendar y al lugar donde la clásica propina adquiere todo su sentido como «agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio» (definición de la RAE). Por supuesto, ese profesional se merece un contrato laboral y un salario, no sólo dignos, sino hasta muy buenos, porque se los gana de sobra y porque contribuye a aumentar la rentabilidad de la empresa.
Dedico estas líneas a Luis y a todos sus compañeros. Un gran ejemplo a seguir.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 12 de marzo de 2010.
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