Los tiempos adelantan que es una barbaridad, dice el clásico. Lo que ocurre es que ahora la velocidad es supersónica, pero los supuestos adelantos muchas veces son pasos atrás. Se revolucionan estructuras sociales, relaciones humanas, sistemas económicos, maneras políticas o instituciones básicas. El lenguaje acompaña, a su propio ritmo.
El teléfono ya no existe; todo es móvil. Y el móvil es la vida. Las redes sociales son foros de escarnio, exhibicionismo (sin desnudos) e insulsez. Facebook ha envejecido, a pesar de que ofrece más prestaciones que nunca. Twitter atufa a basura de trol. En Instagram reinan la frivolidad y el petardeo. Y en las redes profesionales (valga Linkedin) no se entienden algunos puestos de trabajo, camuflados entre anglicismos estúpidos o currículos hinchados por titulitis y caretas.
Economía colaborativa como burdo negocio. Y si es respetable, ¿por qué se oculta como si fuese vergonzante o indigno? ¿Será para pagar bajos sueldos y casi ningún impuesto, mientras se expulsa de sus casas o trabajos a mucha gente? Quizás soy un mal pensado.
La democracia no sirve cuando se someten a votación propuestas extravagantes, ilegales, injustas o incluso algunas que parecen serias. Me fío más de nuestros parlamentos y tribunales que de Change.org, aunque a esta no le quito meritos mediáticos. Democracia directa como manipulación asamblearia. Democracia representativa como cosas de viejos. Democracia digital como camelo. La negociación como rendición. El socio, un traidor. El adversario, un enemigo.
Presunción de inocencia casi equivale a condena previa. Un aforado es un sospechoso. Un político, un ladrón con pintas. La Política, una farsa necesaria. La ideología está anticuada; molan más el chascarrillo o el tuit. Los argumentos son voces. Los intelectuales, tertulianos. Los tertulianos, fanáticos. Los principios, hasta que nos cuestan dinero. La ética, sin valores. El pensamiento sosegado, sustituido por el sentimiento visceral. La transparencia, tramposa, como cotilleo y vulneración de la protección de datos.
La independencia, si nos viene bien. La justicia, sumarísima o lenta, según perjudique más. La administración electrónica, utópico futuro y trámites duplicados en el presente. El teletrabajo, otra ensoñación y, de momento, tareas acumuladas entre la oficina y mi casa. La innovación y el emprendimiento chocan contra la burocracia. Y la legalidad se opone a la eficiencia, no solo a su tradicional némesis, la equidad.
Periodistas sin licenciatura criticando a doctores con acreditaciones. Diarios incendiarios. La universidad mediocre, excelente; la universidad excelente, normal y corriente. Evaluadores con menos nivel académico que los evaluados. Citas que llaman plagios. Compañeros encubridores. Silencios cómplices. Chorizos que roban y jamones regalados.
Corrupción insoportable (siempre la de ellos) y corrupción tolerada (la nuestra). Ellos saquean, pero nosotros solo cogemos lo que por derecho nos pertenece.
Publicado en La Voz de Avilés el 28 de noviembre de 2018
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