Asistí en vivo al rescate en la playa de Salinas, con lamentable resultado de varias personas ingresadas en el hospital y una chica fallecida. Terrible. La mar hay que tomársela muy en serio, por si alguien todavía tenía dudas.
Tengo por costumbre escribir en esta columna con algo más de ligereza cuando llega agosto, primero, porque es verano y, segundo, porque en esta fecha, hace ya seis años, comencé mi colaboración habitual con este periódico. Pero en esta ocasión, no me sale la broma por ningún lado. Es muy triste y da mucha pena que sigan pasando estas cosas tan perfectamente evitables si se tiene un mínimo de prudencia.
Me decía una persona del operativo de rescate que unos días antes habían tenido que intervenir de madrugada por un baño nocturno, digamos, poco sensato, para ser generosos en el calificativo. Afortunadamente, la cosa no pasó a mayores. No digo yo que los baños de noche sean malos, pero si por el día hay que tener cuidado, de noche o a cualquier hora fuera del horario de salvamento, aún más.
En Asturias la mina y la mar, como en la canción de León Delestal, son dos de los rasgos que más han marcado nuestro carácter histórico. Por eso duelen tanto las noticias trágicas relacionadas con una y con otra. Por eso las sentimos de manera especial.
Con todo, observo atónito discusiones en las redes sociales y en algunos corrillos sobre las “culpas”. Muy propio de las mismas personas que lo primero que preguntan cuando pasa una desgracia es “cuánto me va a dar el seguro”. Se roza el límite de lo insensible y se traspasa el umbral de lo egoísta. En este caso concreto, lo único que vale decir es que la responsabilidad no es en absoluto de la Administración Pública, ni mucho menos de los socorristas que cumplieron su horario y su tarea como todos los días. Es muy propio de los españoles (aquí no sólo ya de los asturianos) echar balones fuera y decir que la culpa la tienen “el gobierno” o “los políticos”, como si cada uno en su esfera personal fuese un dechado de virtudes a diario.
En fin, lamentemos la terrible muerte y aprendamos. Y, por supuesto, a los valientes del rescate que impidieron una tragedia mayor, gracias.
Publicado en La Voz de Avilés el 4 de agosto de 2015
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