martes, 28 de octubre de 2014

La estabilidad presupuestaria local: una visión comparada


Invitado por el Instituto de Derecho Local de la Universidad Autónoma de Madrid (IDL-UAM), participé como ponente en el seminario sobre La estabilidad presupuestaria de las entidades locales: una visión comparada, dirigido por Diego Marín‐Barnuevo Fabo, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la UAM. El evento tuvo lugar en la sede del Instituto de Formación y Estudios del Gobierno Local de Madrid, situado en la calle Almagro de Madrid.

El panel se componía de cuatro ponentes, cada uno de un país europeo:

En mi presentación desarrollé la idea Estado "cuasifederal" de España, frente a los modelos unitarios de Francia y Portugal o el típicamente federal de Alemania. Tras comentar los fundamentos económicos de la estabilidad presupuestaria, analicé su evolución normativa en España (con tres definiciones diferentes en una década), los ajustes de la actual crisis, el impacto de la reforma local de 2013 y algunos datos básicos y previsiones para el escenario 2015-2017. al final, se plantean una serie de dicotomías en materia de estabilidad presupuestaria local en España (por cierto, no muy diferentes de las de nuestros socios europeos):
  • Consolidación fiscal acelerada vs. crecimiento económico
  • Disciplina de mercado vs. controles internos
  • Derecho permanente vs. Derecho “transitorio”
  • Deuda financiera vs. deuda comercial y otros compromisos
  • Pago de la deuda vs. inversiones productivas
  • Cumplimiento agregado vs. incumplimientos individuales
  • Supervisión del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas vs. autonomía local
  • Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas vs. Órganos de Control Externo
  • Disolución de CCLL (improbable) vs. fusiones (forzosas)
  • Transparencia vs. “infoxicación”

La presentación completa se puede descargar aquí.


viernes, 24 de octubre de 2014

Democracia y votaciones



¿Es bueno votar? ¿Y cumplir con la legalidad? Si usted ha contestado con un doble sí, es un autentico demócrata. Si responde sí a la primera y no a la segunda, la cosa se pone fea. Si contesta no a la primera y sí a la segunda, descuide, terminarán pasando por encima de usted. Y si contesta con sonoras negativas a ambas, hágaselo mirar o terminará en prisión.

Los referéndums no “los carga el diablo”, como dijo hace unos años Josep Borrell, a la sazón, presidente del Parlamento Europeo. Más bien constituyen instrumentos avanzados y directos de democracia, complementos valiosos a la democracia representativa, pero no sustitutivos de ésta, salvo que estemos hablando de un concejo abierto o de la comunidad de vecinos del portal. Del mismo modo, la iniciativa popular no puede soslayar la iniciativa legislativa del gobierno o de los grupos parlamentarios, aunque sí puede introducir en la agenda política temas que a los representantes se les “olvidan”.

Decía Jefferson que las constituciones deban tener una vigencia plena de dos décadas, tiempo que él asociaba con una generación. Probablemente 20 años sean más que nada (contradiciendo el clásico tango), pero también es cierto que parecen poca cosa como para plantear una revolución cada día. El periodo “natural” de maduración podría ser de 35 años, 50 o un siglo entero, imposible saberlo con certeza. Pero alguno tiene que haber. Como un atleta que no entrena, el inmovilismo conduce a la esclerosis y al caos. Tampoco nos creamos que una reforma constitucional es un bálsamo para todos los problemas. Podrá curar muchos, pero no todos, algo tan obvio que resulta ocioso recordarlo.

Ni un referéndum puede preguntar cualquier cosa, ni la respuesta resuelve sin más la cuestión de fondo, salvo que el resultado sea abrumador. Tampoco un cambio de gobierno o una décima más de crecimiento del PIB implican el fin de la crisis de forma automática. Ni un plan de ordenación urbana arregla por sí solo los desaguisados anteriores, ni termina con ciertas corruptelas. Y qué decir de las primarias; regeneran el tejido, sí, pero no ocultan todas las arrugas de la piel democrática (aunque mucho peor es su inexistencia o la dedocracia pura y dura).

Por vez primera, escucho a gente amenazar literalmente con su voto (“nos veremos en las elecciones”, dicen con rabia). Bienvenidos –o bienaventurados- quienes esta vez van a votar sin haberlo hecho antes. De esas personas –y del resto, claro- será el reino de las urnas. 


Publicado en La Voz de Avilés el 24 de octubre de 2014.