domingo, 3 de marzo de 2013

Economía y antidemocracia

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Afirma Joaquín Estefanía que la Economía no puede ser sólo “la ciencia de la intendencia”. No hemos construido todo un corpus teórico y empírico durante siglos para ocuparnos ahora en exclusiva de la fabricación y el abastecimiento de productos, sin más restricciones que la disponibilidad de tecnología y factores de producción en cada momento. Con todos los respetos, para eso bastaría con la ingeniería.

Las Ciencias Sociales –y la Economía lo es- parten inexcusablemente de comportamientos humanos, tanto individuales como colectivos. También incorporan valores como la solidaridad o el respeto al medioambiente, sirviendo así para resolver problemas de interacción entre personas, no entre máquinas ni seres inertes.

A pesar de lo anterior, cuando escuchamos a una gran parte del gremio hablar de “economía” (ahora sin mayúscula), automáticamente nos conduce a varios conceptos que se alejan de ese planteamiento. Asocian economía a austeridad extrema, la cual, por cierto, se ha demostrado bastante ineficaz e injusta. Peor aún es cuando se quiere hacer pasar una cierta economía por encima de la Política (volvemos a la mayúscula), cuando lo normal es que la primera esté al servicio de la segunda, pero no a la inversa.

¿Puede existir un sistema económico sin democracia? Parece obvio que sí (ahí está China como paradigma). ¿Puede ese mismo sistema económico persistir en el tiempo, haciendo abstracción permanente de los derechos humanos más elementales o poniendo en cuestión conquistas sociales? Francamente, esto ya es muy difícil. Una parte cada vez más importante de la sociedad comienza a sufrir un empobrecimiento real y progresivo, mientras una minoría selecta se apropia de las ganancias de toda la sociedad y, por si fuera poco, propugna mecanismos que tienden a perpetuar esas desigualdades. Esto es insostenible y la Historia muestra que suele terminar con acontecimientos muy poco deseables (no hace falta irse ahora tan lejos como a China).

Europa y España no serían lo mismo sin solidaridad ni democracia plena. Es lo que nos ha hecho ser diferentes, para mejor, en las décadas pasadas. ¿Por qué entonces algunos se empeñan en destruir lo que tanto costó levantar? ¿Por qué oigo supuestos dogmas entre mis colegas economistas, adoptados por ciertos políticos como mandatos divinos? ¿Por qué siguen triunfando berlusconis y grillos cuyo único mensaje es dinamitar el sistema democrático? Yo creía que esto de hablar ex cátedra y ser infalible era cosa del Papa, pero hasta él ha renunciado a hacerlo.

   
Publicado en La Voz de Avilés el 3 de marzo de 2013