Premiar a un síndico de cuentas por ser transparente, miel sobre hojuelas. Por eso digo lo de redundante.
Sin perjuicio del necesario y obligado deber de sigilo y reserva en los asuntos de los que conozcan por razones de su cargo, los síndicos fiscalizadores son la transparencia en estado puro, la práctica de una teoría que muchos pregonan y pocos practican. Por eso felicito a Antonio Arias por el premio que le acaba de conceder el del Institut de Censors Jurats de Catalunya.
En la Universidad que tan bien conoce Antonio hay muchos colegas que últimamente sólo se preocupan de “papers” inútiles en revistas lejanas porque es lo que más suma a efectos de acreditación. Lo que yo les digo es que son (somos) pobres víctimas de un sistema perverso de incentivos que se ha pergeñado desde la ANECA y desde determinados grupos de interés. Pero podemos cambiarlo y habrá que hacerlo.
La Academia debe pasar muchas más veces de las musas al teatro, sobre todo en estos tiempos de crisis general. Si los que más conocimiento atesoran en la sociedad -los “académicos”, en el sentido clásico- están distraídos en unos trabajos orientados hacia la pura teoría, luego no nos quejemos de que los “políticos” -en el sentido contemporáneo del término- no sepan qué hacer.
No digo yo que haya que abandonar el sano arte de la filosofía, la teoría y el fundamento científico. Todo lo contrario, habrá que seguir reforzando en este punto. Pero sí se hace imprescindible que para salir de este atolladero, todo el mundo que tenga algo que decir lo haga, lo escriba y lo argumente con sentido práctico y espíritu constructivo.
Resulta muy sano divulgar y dar a conocer -valga de nuevo la redundancia- todas aquellas novedades y cuestiones relativas al oficio de cada uno, en este caso, el de la fiscalización.
1 comentario:
Gracias Rober. Tu si que yes modernu, mediáticu y cientificu.
Un abrazu
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