Hola. Me llamo Roberto y no quiero que se dé más dinero público al fútbol profesional. Y si el club de fútbol (me da igual su nombre) debe desaparecer, pues que así sea, pero que no arrastre el presupuesto del Ayuntamiento o de la Comunidad Autónoma en su caída.
Ni un euro más porque ya se ha dado mucho y durante demasiado tiempo. A veces como ayudas directas o avales, otras mediante patrocinios, algunas con el perdón de pufos diversos y en ocasiones a través de la compra de marcas sin valor o con la construcción de estadios de dudosísima rentabilidad. Y al final, ¿para qué? Para que el fútbol profesional siga siendo una ruina para la mayoría y un escandaloso filón de beneficios para unos pocos. En esto –y no en otras cosas- sí que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. No puede ser que equipos quebrados sigan fichando y gastando sin control, en aras de un sueño o un sentimiento que salen demasiado caros. Yo también puedo tener delirios, pero no pido subvenciones para hacerlos realidad.
Ni un euro más de dinero público a los clubes profesionales y sociedades anónimas deportivas (empresas) que deben más de 700 millones de euros a Hacienda, más otra cifra millonaria indeterminada a la Seguridad Social. Cuando esa cuenta con el fisco esté saldada, podremos volver a hablar, pero mientras tanto, nada.
Ni un euro más de dinero que salga de nuestros impuestos para el fútbol profesional, cuando estamos viendo recortes dramáticos en servicios públicos, no ya fundamentales, sino incluso vitales para nuestra propia supervivencia individual y colectiva. Un país que gasta tanto en balones y fichas, pero recorta en hospitales, aulas y laboratorios, no puede tener mucho futuro.
En fin, ni un euro más de dinero público para el fútbol profesional. Por supuesto, cada uno que gaste sus ahorros privados en lo que quiera, incluidas unas acciones del equipo de sus amores o una mariscada en una sidrería. Pero el apoyo público que se reserve para la promoción del fútbol base y del deporte escolar y aficionado en general, no para profesionales que deben tener sus fuentes de financiación por otras vías.
Como ya escribí hace tiempo, la afición al fútbol en España es innegable, pero esto no se debe confundir con que el negocio del fútbol profesional sea intocable. Gobernar es elegir. Exijamos que se haga bien o, como mínimo, con buena intención y sin costosos populismos.
Publicado en La Voz de Avilés el 10 de noviembre de 2012.
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