A veces, uno se enfrasca en batallas que pueden parecer menores, frente a otras cuestiones que, sólo aparentemente, podrían tener más importancia. Incluso tengo que escuchar cosas como "a ti qué más te da eso" o "mejor te ocupabas de tus cosas". Pues lo cierto es que sí me importa, como ciudadano y como persona, categoría y condición que debemos reivindicar cada día, al menos frente a algunos y algunas que no lo parecen.
La Universidad de Oviedo acaba de reformar el Reglamento de Doctorados Honoris Causa, dado que su contenido estaba "obsoleto" (Rector dixit). El debate en el Consejo de Gobierno se sustanció en este punto sobre la necesidad de saldar una deuda histórica con las mujeres. Baste decir que, entre los años 1960 y 2010, de 62 nombramientos, sólo 2 correspondieron a mujeres, poco más del 3% del total (aquí está la lista completa). Y lo cierto es que las cuatro últimas propuestas, aún en tramitación, todas sin excepción son para hombres.
Esas cifras están muy lejos de lo deseable, tanto desde un enfoque de justicia, como de ciudadanía, de excelencia universitaria y, por supuesto, de igualdad efectiva. Aunque se podrían alegar causas históricas, desde luego lo que parece muy poco justificable es que hoy, pero sobre todo, a partir de ahora, se siga manteniendo esa brutal desigualdad. ¿Acaso las mujeres tienen menos méritos y capacidad? Es evidente que no.
Por mi parte, presenté en su momento una alegación que concretaba algo más este punto del citado Reglamento. Aunque no fue aceptada, puedo decir que el resultado final y el hecho de que el tema se haya planteado y discutido en abierto, me dejan razonablemente satisfecho. El mérito y la capacidad seguirán primando como principales criterios, pero desde ahora se tratará de que este reconocimiento académico del máximo rango no esté tan descompensado entre los dos géneros.
Las pequeñas conquistas son, a veces, el comienzo de otras más grandes. Queda mucho por hacer.
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