Descargo inicial: dicen mis amigos que me puede el entusiasmo cada vez que hablo de Avilés y de Asturias. Será verdad, pero no veo nada malo en ello.
En estos días, tengo la sensación de estar viviendo algo grande. Hay quien compara la inauguración del
Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer con la instalación de Ensidesa. Ciertamente, hay similitudes, ya que ambos acontecimientos son un motor de cambio en un momento dado. Pero hay que salvar muchas distancias.
Ensidesa significó para Avilés una revolución demográfica que cuadruplicó la población en sólo dos décadas. Es obvio que el Centro Niemeyer no va a provocar este efecto, ni tampoco sería deseable un escenario utópico como ese. La gran siderúrgica pública nos convirtió en núcleo fabril, al menos por las toneladas producidas y los puestos de trabajo creados (por cierto, casi todos para hombres). Está claro que los
productos culturales, educativos y tecnológicos no los podemos medir de esta forma, pero también es innegable que generan empleo y valor añadido. Esta
industria cultural se viene a sumar a las que ya tenemos, algunas muy competitivas, trayendo a Avilés una nueva oportunidad más. El Centro Niemeyer, además, nos coloca en el mapa del mundo con letras luminosas, convirtiéndose así en una impagable
imagen de marca.
Cuentan las crónicas y las memorias que Ensidesa avivó cierto escepticismo entre parte de los avilesinos residentes en la villa cuando se instaló la 'fabricona'. Hoy se palpa justo lo contrario. El Centro Niemeyer ha insuflado una gran ilusión entre la población avilesina, nutriendo un apoyo social que es clave para que la iniciativa se consolide. Aún así, quedan los pocos de siempre descreyendo de todo, bien sea por miedo, envidia o mala leche.
Rompamos también una lanza a favor de los gestores políticos que han creído en este proyecto desde el principio. Cuando ahora algunos cuestionan el papel del sector público en la vida de un país, es el momento de señalar modelos de gestión como el del Centro Niemeyer. Modesto en recursos utilizados, pero ambicioso en resultados. Y si no me equivoco, eso se llama eficiencia. Otro abismo con respecto a aquella intervención pública de Ensidesa.
De momento, lo que ya ha organizado el Centro Niemeyer ha sido un éxito. La programación que se anuncia suena a acierto. Y los nuevos socios privados, dan un aporte de solidez, aunque sigue faltando la colaboración básica de ArcelorMittal.
Como testigo,
la ría. Primero como víctima de un desarrollismo feroz y ahora como marco de un prometedor cuadro. Antes como barrera y ahora como columna vertebral. Sigamos en esto a
Woody Allen, uno de nuestros entusiastas apoyos, cuando dice que
«me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida».