Escribo antes de los cuartos de final. Para los mal pensados, adelanto mi deseo de que España llegue a la final y gane el mundial de fútbol. Al menos, así debería ser, de acuerdo con el potencial deportivo... y el presupuesto. Precisamente sobre esto último podemos plantearnos si no habrá llegado el momento de analizar el fútbol en España con más cabeza y con un poco menos de vísceras. Una reflexión necesaria, con rigor y frialdad.
Los clubes de fútbol de Primera y Segunda deben a Hacienda y a la Seguridad Social la friolera de 5.500 millones de euros. Es prácticamente lo mismo que se va ahorrar con la rebaja del sueldo de todos los empleados públicos. Esos mismos clubes que nos deben dinero a usted y a mí (Hacienda somos todos, no se olvide) son los que con la otra mano recogen subvenciones públicas a manos llenas. Negocio redondo.
Los sentimientos y la pasión en el fútbol no son gratis. El coste se financia con entradas y abonos, con ingresos por publicidad, con derechos de televisión... y también con nuestros impuestos. En algunos casos, casi en exclusiva con nuestros impuestos.
Nunca entenderé por qué cuando se crearon las sociedades anónimas deportivas, la mayoría de los clubes de fútbol pudieron sobrevivir gracias al apoyo de las Administraciones Públicas y de algún falso empresario que sólo buscaba imagen. ¿Dónde estaban los aficionados y por qué no se hicieron accionistas? ¿Dónde están ahora cuando toca mojarse y poner dinero? ¿Por qué si un equipo de fútbol quiebra a donde primero se acude es al Ayuntamiento o a la Comunidad Autónoma? La afición al fútbol en España es innegable, pero esto no se debe confundir con que el negocio del fútbol sea intocable.
Me gustaría que los gobiernos nos consultasen antes de tomar medidas beneficiosas para unos pocos, pero muy costosas para el conjunto de los contribuyentes. Por ejemplo, seguro que mucha gente votaría a favor de invertir en instalaciones punteras para el deporte base, en lugar de tener un equipo carísimo en la 'liga de las estrellas'. Pero ya se sabe que la ecuación de cobardía y populismo suele dar malos resultados.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 3 de julio de 2010.
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