Como decimos en Asturias, “al montón que ye grandón”. Pues aquí va una más. Creo que Bob Dylan merece el Premio Nobel de Literatura, como dice el acta del jurado, “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. Para mí no hay discusión. Lo merece y punto, quizás con el matiz de que llega tarde. Eso sí, los premios se recogen y se celebran. En caso contrario, se deben rechazar con todas las consecuencias. La coherencia es así de dura, por eso hoy cotiza tan a la baja en el parqué de la vida.
A la reciente legión de puristas y dylanitas que se han lanzado a pontificar (muchos, sabiendo sólo tararear un par de canciones del autor), habría que decirles que esta es la única categoría de los Premios Nobel que puede ganar alguien ajeno a la Física, la Química, la Fisiología, la Medicina, la Economía o, en última instancia, a la promoción de la Paz, entiéndase esto último como se quiera. A diferencia de los Premios Princesa de Asturias, en los Premios Nobel no hay una modalidad de las Artes que pueda englobar a genios del teatro, la escultura, la arquitectura, la pintura, la danza, la literatura, el cine y, por supuesto, la música. Hay un ejemplo notorio: a Leonard Cohen se le concedió en Asturias el galardón de las Letras y bien podría haber obtenido en su lugar el de las Artes. Supongo que esto cierra el círculo.
En todo caso, no conviene forzar la maquinaria ni los reglamentos. Porque podría ocurrir que se otorgase el Premio Princesa de Asturias de los Deportes a quien es una joven promesa o a quien sólo ha hecho una buena temporada, eso sí, con preferencia para la nacionalidad española. O pudiese darse el caso de un Premio Nobel de la Paz a un hombre que impulsa el fin de una guerra de 50 años, pero también a otro que promueve al poder a dictadores. Hasta sería factible ver distinguido con el Premio Princesa de Asturias de las Artes a algunos que coquetean más con el dinero que con la belleza. Incluso todo esto podría haber ocurrido ya.
Volviendo a los cantautores, es decir, a los poetas, a los artistas, con el notable añadido de sus valores humanos y su sentido ético, creo que dentro del idioma español hay candidatos con méritos sobrados para algunos de los galardones comentados. Joan Manuel, Luis Eduardo, Silvio, Pablo, Víctor, a los que habría que sumar a Paco y Amancio, como grandes juglares de este tiempo. Me falta la mujer, no como cantautora, pero sí como artista integral, como Gran Dama: María Dolores Fernández Pradera. Así, con su primer apellido, asturiano, por cierto.
Siguiendo a mi tocayo, digamos que la respuesta seguirá flotando en el viento.
Publicado en La Voz de Avilés el 21 de octubre de 2016