lunes, 13 de enero de 2014

Horarios y bares


Nos enteramos hace unos días de que un bar del Carbayedo prohibía la entrada (o “expulsaba”, como literalmente decía el titular de LA VOZ) a un grupo de jóvenes por tener menos de 23 años. Durante varias jornadas esta noticia y las sucesivas fueron unas de las más leídas en la edición digital del periódico y unas de las que más comentarios acumulaban. Es decir, el tema interesa a mucha gente, como casi todo lo que tiene que ver con bares y fútbol en esta nuestra España del chorizo (en el doble sentido de la palabra).

Aquí hay varios debates que se cruzan y que tienen que ver con la legalidad, pero también con la economía y con la sana costumbre de salir a tomar algo o a bailar. Veamos.

El derecho de admisión en locales de hostelería está regulado en diferentes normas legales y reglamentarias que, obviamente, se deben cumplir. Pero por otra parte, cada uno en su casa puede dejar entrar a quien quiera, siempre que no suponga discriminación por razones de “nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, tal y como señala la Constitución. Por ejemplo, no podríamos aceptar en modo alguno que se impidiese el acceso a las mujeres, a los negros o a las personas con discapacidad. Pero, ¿es lícita la prohibición de acceder a los menores de 23 años? O, si fuera el caso, ¿podríamos dejar fuera a los mayores de 26 años? ¿Y a los que van en zapatillas de deporte? Pues estas dos cosas se hacían en discotecas y discobares de Avilés hace unos años, por aquello de “mantener un ambiente adecuado”. Como en casi todos los órdenes, la legalidad se tiene que complementar con la costumbre y con el puro sentido común. Yo no voy donde no soy bien recibido (autocensura) o donde estoy incómodo (no soy masoquista). Como solemos decir... ¡será por bares!

Por cierto, donde las autoridades y todos nosotros tenemos que ser implacables es en la exigencia de que no se fume en los bares, sea a las cinco de la tarde o a las cinco de la mañana. Y esto no se está cuidando en algunos locales que mucha gente podría nombrar.

Añadamos la economía al argumentario: peor para el bar que limita su clientela. Está demostrado que una mala publicidad tiene muchísimo más impacto que una buena. Aunque no es menos cierto que cierta clientela puede potencialmente gastar menos que otra (la crisis hace estragos en todas las economías personales, pero entre los jóvenes, ya no digamos). Un bar lleno de gente da ambientillo, pero es lógico que el dueño quiera ganar dinero vendiendo copas porque en eso consiste su negocio.

La crisis está contribuyendo –y de qué manera- a que aumente ese desierto urbanoen el que las calles se convierten a ciertas horas. ¿Será el fin de una época, como la que marcó el reciente cierre de Las Cubas, en La Ferrería? Sea como sea, el tema nos debería preocupar. 

 
 
Publicado en La Voz de Avilés el 13 de enero de 2014
 
 
 

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