No todos los “políticos” son iguales. Los que hacen Política –con mayúscula- inspiran ideales y tratan de cambiar el mundo (tipo 1). Otros gestionan lo mejor que saben, pueden o les dejan (tipo 2). Luego están los llamados “técnicos” (tipo 3) y los que sólo vienen a ganar el sueldo que se les niega en otros ámbitos (tipo 4). Quedan los “políticos” que acuden para enriquecerse, algunos incluso con abierta desfachatez (tipo 5).
Es obvio que el tipo 1 es el más deseable. Personas de reminiscencias históricas o todavía vivas (no diré nombres para no ofender a nadie) que utilizan su capacidad y los recursos disponibles para impulsar grandes transformaciones sociales, políticas y económicas. El problema es que, como todo lo bueno, suelen escasear. Y no todos los momentos son óptimos ni todos los terrenos fértiles para la cosecha.
El tipo 2 es heterogéneo, pero muy apreciable. Se detecta en estas personas vocación de servicio y mucho empeño, pero a veces ambas cosas quedan limitadas por la inteligencia, el presupuesto o la superioridad. Las circunstancias, como diría Ortega.
El tipo 3 lo califico de engañoso. Mujeres y hombres con indiscutible curriculum en sus profesiones que, si bien sirven en ámbitos concretos de la gestión, no valen para hacer Política (de nuevo con mayúscula). Una cosa es gobernar y otra gestionar. Un Parlamento o un Consejo de Gobierno no es un consejo de administración de una empresa. Ni el puente del barco es la sala de máquinas.
El tipo 4 probablemente sea el más criticado de todos, aunque en ocasiones de forma injusta. Hay “políticos” que hicieron la Transición y siguen a pleno rendimiento en aparatos de partido o en listas electorales. Pero ojo también con ser demasiado puristas o nos deslizaremos al tipo 3.
El tipo 5 es el menos abundante, pero también el que debemos desterrar de la vida pública por todos los medios. En la escuela nos decían aquello de la manzana podrida, haciéndonos ver que una sola pieza de fruta podía echar a perder el cesto entero. Pues no metamos esa manzana en la bolsa y, si al final se nos cuela, saquémosla cuanto antes.
Publicado en La Voz de Avilés el 17 de noviembre de 2011
El tipo 2 es heterogéneo, pero muy apreciable. Se detecta en estas personas vocación de servicio y mucho empeño, pero a veces ambas cosas quedan limitadas por la inteligencia, el presupuesto o la superioridad. Las circunstancias, como diría Ortega.
El tipo 3 lo califico de engañoso. Mujeres y hombres con indiscutible curriculum en sus profesiones que, si bien sirven en ámbitos concretos de la gestión, no valen para hacer Política (de nuevo con mayúscula). Una cosa es gobernar y otra gestionar. Un Parlamento o un Consejo de Gobierno no es un consejo de administración de una empresa. Ni el puente del barco es la sala de máquinas.
El tipo 4 probablemente sea el más criticado de todos, aunque en ocasiones de forma injusta. Hay “políticos” que hicieron la Transición y siguen a pleno rendimiento en aparatos de partido o en listas electorales. Pero ojo también con ser demasiado puristas o nos deslizaremos al tipo 3.
El tipo 5 es el menos abundante, pero también el que debemos desterrar de la vida pública por todos los medios. En la escuela nos decían aquello de la manzana podrida, haciéndonos ver que una sola pieza de fruta podía echar a perder el cesto entero. Pues no metamos esa manzana en la bolsa y, si al final se nos cuela, saquémosla cuanto antes.
Publicado en La Voz de Avilés el 17 de noviembre de 2011
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