Se jubiló José Antonio Redondo López, conselleiro maior del Consello de Contas de Galicia entre 2015 y 2023, a quien conocí desempeñando las máximas responsabilidades en nuestros respectivos órganos de control externo (OCEX). Un tiempo suficiente para distinguir a un maestro en lo suyo, un líder con sentidiño y una persona excepcional.
Los OCEX ocupan un papel central en la arquitectura institucional de las comunidades autónomas. Su habitual reconocimiento en los estatutos de autonomía les otorga una incuestionable legitimidad democrática en origen, a la que se añade la elección parlamentaria reforzada de sus miembros, con garantías de independencia y exigencias técnicas. De otro lado, la legitimidad de ejercicio de los OCEX se plasma cada día en informes de fiscalización y asesoramiento a los que, en el caso gallego, se añaden las actuaciones en materia de prevención de la corrupción.
Evoco a Unamuno cuando decía “inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”. En ese sentido, bajo la presidencia de Redondo, el Consello de Contas ha sabido inventar, con unos recursos siempre escasos, compensados con una eficaz dirección y un valioso desempeño del personal. Parafraseando ahora a Ghandi, no hay camino para la calidad; la calidad es el camino. Es la manera de ser útiles a la sociedad a la que servimos.
Como bien sabemos, España es un Estado cuasifederal en la práctica, aunque todavía debemos pulir esquinas y engrasar instrumentos de coordinación y cooperación. Pues bien, en el control externo nuestra cooperación multilateral se formaliza en la Asociación de Órganos de Control Externo Autonómicos (Asocex) que, a su vez, se incardina en la coordinación con el Tribunal de Cuentas. Sin exageración, creo que ambas modalidades son de las cosas que mejor funcionan en el Estado de las autonomías. Y José Antonio tiene mucho que ver en ello. Así lo demostró cuando ejerció como presidente de Asocex entre 2022 y 2023, promoviendo la aprobación de valiosas guías prácticas de fiscalización o poniendo en marcha las comisiones de Formación y Digitalización.
Con José Antonio Redondo también comparto la condición de profesor universitario. No osaré resumir sus vastos méritos académicos, pero me basta constatar que es un reputado especialista en finanzas y un pionero de la disciplina. Destacaré solo una aportación, de la que me consta que se siente muy orgulloso. Cuando España apenas despertaba de aquella “longa noite de pedra”, al decir de Celso Emilio Ferreiro; cuando la economía mundial se resentía de las crisis del petróleo; cuando las bibliotecas digitales o la inteligencia artificial eran ciencia ficción, el profesor Redondo nos descubrió un revelador libro: La medida del beneficio en inflación: contabilidad, economía y aspectos financieros, de Goldschmidt y Admon. Pues aquí seguimos, preocupados por los efectos de la inflación, cuatro décadas después.
Finalmente, como asturiano, me siento primo y hermano. La relación entre mi tierra y Galicia va mucho mas allá de la vecindad administrativa y de la historia en común. Aquí recaló hace doce siglos Alfonso II, rey de Asturias, considerado el primer peregrino oficial. En la plaza de la catedral de Oviedo está su estatua conmemorativa, cuya réplica encontramos en el corazón de Compostela.
La amistad entre nuestras dos comunidades autónomas es un hecho, dentro de la lealtad a España y al proyecto europeo. Compartimos preocupaciones, por ejemplo -y no es asunto menor- en la financiación autonómica. Aprovecho para poner en valor esa alianza estratégica de 2021, suscrita por ocho gobiernos de comunidades autónomas.
Asturias es “el más europeo de los reinos españoles”, afirmó Salvador de Madariaga, coruñés universal. El excelso Cunqueiro nació en Mondoñedo, pero concibió parte de su obra en la villa asturiana de Luarca. Y Galicia y Asturias compartimos a los dos poetas que han escrito con más sentimiento a la emigración, un fenómeno social y económico que conocemos muy bien en ambas tierras. El ourensano José Ángel Valente, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, advirtió que “lo peor es creer que se tiene razón por haberla tenido”. El gijonés Alfonso Camín, Hijo Predilecto y Poeta de Asturias, habló de la sidra como “canción de Asturias, nostalgia y armonía; el corazón maduro con la ansiedad bravía”. Por cierto, si no hay imprevistos, este año la cultura sidrera asturiana será declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Echamos de menos a José Antonio en el sistema de control externo, pero su legado permanece y trataremos de darle continuidad, también desde la Sindicatura de Cuentas del Principado de Asturias. En la universidad, estoy seguro de que el profesor Redondo nos seguirá brindando su magisterio en los foros académicos. Y, cómo no, desde Asturias le seguiremos enviando todo el cariño a él y a su familia.
Publicado en La Voz de Galicia el 15 de mayo de 2024