viernes, 21 de octubre de 2016

Dylanitas y méritos


Como decimos en Asturias, “al montón que ye grandón”. Pues aquí va una más. Creo que Bob Dylan merece el Premio Nobel de Literatura, como dice el acta del jurado, “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. Para mí no hay discusión. Lo merece y punto, quizás con el matiz de que llega tarde. Eso sí, los premios se recogen y se celebran. En caso contrario, se deben rechazar con todas las consecuencias. La coherencia es así de dura, por eso hoy cotiza tan a la baja en el parqué de la vida. 

A la reciente legión de puristas y dylanitas que se han lanzado a pontificar (muchos, sabiendo sólo tararear un par de canciones del autor), habría que decirles que esta es la única categoría de los Premios Nobel que puede ganar alguien ajeno a la Física, la Química, la Fisiología, la Medicina, la Economía o, en última instancia, a la promoción de la Paz, entiéndase esto último como se quiera. A diferencia de los Premios Princesa de Asturias, en los Premios Nobel no hay una modalidad de las Artes que pueda englobar a genios del teatro, la escultura, la arquitectura, la pintura, la danza, la literatura, el cine y, por supuesto, la música. Hay un ejemplo notorio: a Leonard Cohen se le concedió en Asturias el galardón de las Letras y bien podría haber obtenido en su lugar el de las Artes. Supongo que esto cierra el círculo.

En todo caso, no conviene forzar la maquinaria ni los reglamentos. Porque podría ocurrir que se otorgase el Premio Princesa de Asturias de los Deportes a quien es una joven promesa o a quien sólo ha hecho una buena temporada, eso sí, con preferencia para la nacionalidad española. O pudiese darse el caso de un Premio Nobel de la Paz a un hombre que impulsa el fin de una guerra de 50 años, pero también a otro que promueve al poder a dictadores. Hasta sería factible ver distinguido con el Premio Princesa de Asturias de las Artes a algunos que coquetean más con el dinero que con la belleza. Incluso todo esto podría haber ocurrido ya

Volviendo a los cantautores, es decir, a los poetas, a los artistas, con el notable añadido de sus valores humanos y su sentido ético, creo que dentro del idioma español hay candidatos con méritos sobrados para algunos de los galardones comentados. Joan Manuel, Luis Eduardo, Silvio, Pablo, Víctor, a los que habría que sumar a Paco y Amancio, como grandes juglares de este tiempo. Me falta la mujer, no como cantautora, pero sí como artista integral, como Gran Dama: María Dolores Fernández Pradera. Así, con su primer apellido, asturiano, por cierto. 

Siguiendo a mi tocayo, digamos que la respuesta seguirá flotando en el viento.


Publicado en La Voz de Avilés el 21 de octubre de 2016


jueves, 6 de octubre de 2016

Bares y lugares

FOTO: www.carbayedo.com
Siempre me pregunté para qué sirve el bar de la esquina, ese que Sabina no quería que cerrasen en sus Noches de boda. Y me formulaba esa pregunta porque, al fin y al cabo, si salgo a alternar, a tomar algo, pues no tiene demasiado sentido hacerlo al chigre que tenemos debajo de casa o justo enfrente. Sería como remar para morir en la orilla.

En mi modesta opinión, aquilatada con cierta experiencia (ironía), creo que no aporta gran cosa tomarse una copa, una botellina de sidra o un vino a menos de cien metros del portal de casa. Ya que nos ponemos de tiros largos, qué menos que pasear un poco y quedar con la pandilla, la novia o el marido a un cierta distancia del lugar donde dormimos todas las noches. Esto pensaba yo hasta ahora.

La perspectiva de lo anterior cambia de forma radical cuando el “horizonte de movilidad” –qué fino queda esto- se limita a unos pocos pasos dados por cuenta propia. En mi caso, por un percance fortuito y de consecuencias temporales, pero mucho peor es el caso de personas con limitaciones permanentes por edad, enfermedad, accidente o cualquier otra circunstancia sobrevenida que impida la autonomía personal y la libertad de movimientos. Para estas desgracias sí que es muy útil ese bar de la esquina.

Hay un momento vital en el que descubres los bordillos, las escaleras o las puertas giratorias, esas cosas que hasta entonces no existían. En ese mismo instante ves una montaña donde antes había un morrillo. O una utopía donde antes una playa de paraíso juntaba tierra y mar. Ahí entiendes para qué sirve el chigre de enfrente. Esa mínima excursión supone una gran conquista, un placer que recompensa y un esparcimiento de incalculable valor.

Como además no hay mal que por bien no venga, resulta que en esa sidrería a la que nunca iba porque estaba demasiado cerca, tienen un palo de sidra muy recomendable. Y en ese bar al que no merecía la pena acudir, ponen los mejores pinchos de toda la redonda. Y en la otra cafetería donde siempre saludabas al dueño sin consumir, el café cremoso y su mantecado casero saben a gloria.

Cuando descubres todo ese nuevo mundo a tus pies, te das cuenta de la riqueza que supone vivir cada día con autonomía económica y funcional, o sea, con dinero y salud. Si además te acompaña el amor, sólo queda dar gracias, como en la canción.


Publicado en La Voz de Avilés el 6 de octubre de 2016